domingo, 10 de agosto de 2014

Domingo 10. RECUPERAR EL ALIENTO


He dormido como 12 horas. Aún así, me cuesta levantarme. La fiebre ha desaparecido. De momento. Despacito. Despacito. Me levanto. Lavo la ropa. Me ducho. Tranquilito. Tranquilito. Me voy a desayunar y da la casualidad de que Moni, Mai y Laura también van. Hoy Inés ya no se ha levantado. Touchée.

Es domingo. No hay metro por la mañana. La ciudad firma una tregua. Las calles están tranquilas. El nivel de ruido cae en picado. Pero este domingo, igual que la semana pasada, hay una familia que monta su chiringuito en mitad de la calle. Son un poco como los gitanos de la cabra, pero en lugar de cabra tienen niños pequeños. Instalan una estructura con una cuerda sobre la que una niña muy muy muy pequeñita hace equilibrios. Parece un monito. La maquillan. Supongo que tiene como 5 o 6 añitos pero es tan pequeñita que parece que tiene tres. También hay un niño más pequeño aún que hace contorsiones. Y suena música como de Camela. Y la gente monta un corro alrededor y graban a la niña con los teléfonos y se ríen. A Maite y Moni les cambia la cara. Aprietan los puños. Yo, muy escorpión, como siempre he soñado con cerillas y bidones de gasolina, fantaseo con volar toda la manzana por los aires con un buen chaleco repleto de explosivos. La yihad. Todo a la mierda. No dejar ni rastro. Nada.

Pero la vida continúa. Y desayunamos. Me tomo otro paracetamol. Estamos los cuatro relajados, hablamos, reímos, planificamos. Volvemos a hacer balance de bajas. Uf. Esperemos que mañana la gente esté más o menos recuperada.

Vuelvo a la habitación. Escribo. Leo un rato. Modo de ahorro de energía. Ahora que los médicos se han ido ya no podemos ponernos enfermos tan alegremente, sabiendo que hay una pequeña red de seguridad debajo de nuestros culos. Y sé que algo no va bien por aquí dentro…

Nos comemos un platito de tortilla francesa en la calle. Lo completo con un zumo de lima y piña igualmente callejero. Menú low cost (apenas un euro). Damos una vuelta, compramos unas pulseras de plata para mercadillos y nos vamos al cole.

Estoy un rato lanzando tiros libres con un balón pocho que andaba por ahí. Yo solo. Nada más que lanzar, ir a por el balón, volver a la línea, lanzar de nuevo. Tranquilito. Bajísimo perfil. A los cinco minutos estoy empapado y la cabeza ya me da vueltas. Nos vamos a ensayar con los mayores. Hoy tenemos público. Van apareciendo por ahí, aparte de Inés –que ya es una incondicional-, Maite, Laura, David, Carmen, Silvia, Pilarica… Y cantamos. Y la energía se me escapa entre los dedos como si fuera agua. Los niños tampoco estuvieran para tirar cohetes, cantaron como pollos afónicos, casi como si aquello no fuera con ellos. No sé qué les pasaría hoy.

Como somos muy poquitos voluntarios (y la mitad cogidos con alfileres), pasamos de organizar gincanas y nos decidimos a poner otra peli. Finalmente, hoy era el día en que estaba programada la actividad del cine.

Y entonces ocurre una de esas calcutadas que nos suceden tan a menudo.

Esperamos un montón de tiempo a que traigan el reproductor de DVD y –luego- una alargadera para poder enchufarlo, los niños se colocan alrededor de la tele, hacen ruido, se impacientan… Ok, lo conseguimos. Hoy toca Monstruos S.A. La cosa se conecta y la peli empieza. Silencio. Un montón de ojos que no pestañean. Magia. Y entonces llega una de las manager y nos dice que el Bro ha estado hablando con ella y que los niños no pueden ver la peli porque mañana tienen exámenes y tienen que estudiar. Nos quedamos con la boca abierta. Pero, por favor, no es posible, mira a los niños… Después de hablar con ella como diez minutos, accede volver a hablar con él (nos desaconseja que vayamos nosotros). Al final, nos da media hora más. Flipamos. Así, que los niños ven la peli embelesados, Irenita divino tesoro se vuelve a quedar dormida entre los niños, llegan las cinco y media y a la mitad de la peli, me levanto, paro la peli y les digo que lo sentimos mucho pero el brother nos ha dicho que tienen que ponerse a estudiar. Y, entonces, sucede. Los niños/as se levantan de sus sillas sin rechistar, las colocan en su sitio y se van sin que a nadie le cambie la cara.

(Luego resulta que los niños se quedan en el patio hasta las seis… No entiendo nada).

En fin, recogemos el chiringuito. Mis fuerzas ya están con la luz de reserva. Empiezo a pensar en mi habitación. En mi cama. Y Moni dice que le apetece ensayar también un rato en la casa de las niñas pequeñas. Y me mira y sabe y me dice que me vaya. Ni lo sueñes. Lo de dejar a Moni sola no es una opción. Bueno, tampoco es que estuviera sola porque se apuntaron Maite, Laura, Inés y David, pero digamos que es una cuestión de principios.

En el metro me pongo el termómetro. 38. Guay. Llegamos a la ciudad. Floto como un astronauta disfrutando de la ingravidez (bueno, el personaje de Sandra Bullock no disfrutó mucho en “Gravity”, sino que las pasó más bien putas, pero esa es otra historia). Me pongo en modo Walking Dead, un día más. Compro agua. Llego al hotel medio arrastrado. Me ducho. Agua fría contra la fiebre… Lavo ropa. Una noche más me como un plátano –no me hagan chistes fáciles-, el paraZ, escribo y me preparo para sumergirme hasta los huesos en el país de las maravillas.

Mañana, a las siete, desayuno. Toca tercera sesión de batalla contra las paredes de la muerte. Jajaja. Esta noche cenamos en el infierno…

2 comentarios:

  1. Me encantan las entradas del blog! Eres un espartano Mikel

    ResponderEliminar
  2. Miki sigues con la fiebre que miedo me da , ten mucho cuidado , ya se que heres muy valiente todo un heroe perocuidado con los limites . Un beso

    ResponderEliminar