lunes, 29 de julio de 2013

28. CONCHITA & DANI.


La alarma de mi teléfono yanqui fabricado en Asia comienza a sonar a las ocho menos cuarto de la mañana. Song 2 de Blur a toda castaña. Me cuesta abrir los ojos, necesito más horas de sueño. Me levanto más cansado que un perro.

A las ocho y media estamos chez Raj’s. Hoy no llueve. Cambio el cinnamon roll, que aún no ha llegado, por el nutella pancake. Ñam. Se supone que Conchita –doctora- y Dani –su hermano economista- llegan a Calcuta a las siete pero no llegan a Sudder hasta casi las diez. Bienvenidos, pues. Desayunan, hablamos y todo eso.

En el Sunflower Guest House tenemos un deja vu, la habitación para ellos no estará lista hasta las doce. Lo malo es que a las doce hemos quedado porque nos viene a buscar –de nuevo- la furgo del brother. Nos ponemos un poco pesados y les convencemos de que de verdad, de verdad, de la buena nos la dejen reservada para cuando volvamos por la tarde.

De nuevo en el cole. Ahora ya sí llueve. Seguimos encontrando niños y niñas. Tanto cariño en unas cositas tan pequeñas… Mientras las doctoras se meten en harina y empiezan a hacer revisiones a niños nuevos, los demás nos vamos a visitar los talleres de fin de semana con su responsable, Bernard, un ingeniero jubilado. Lo que nos encontramos es francamente alucinante. En unos meses se ha levantado un taller de ropa, con máquinas tejedoras, donde los propios niños elaboran jerseys para todo el cole. Luego visitamos el taller de bisutería, donde se hacen pulseritas y cosas por el estilo y… el taller de papel y encuadernación. Bomba. Allí se recicla papel y se fabrican cuadernos. En cinco meses han llenado estanterías enteras de cuadernos para todo el cole y cuando esté bien abastecido se comenzarán a comercializar fuera. También elaboran postales y marcapáginas. Una verdadera maravilla.

Nosotros, aún boquiabiertos y desconcertados, hemos llenado una bolsa de deporte de adornos navideños, postales y marcapáginas para vender en España, así que prepárense.

Después de comer –arroz y lentejas-, hemos salido ha hacer unas visitas. Primero hemos vuelto a pasar por la casa de las niñas con todo el jolgorio habitual. Dani se ha pegado su primer gran baño de multitudes, jaja. También hemos visitado lo que Javi llama “el paraiso de los patos”, que es básicamente un terreno con una laguna donde el Brother cría patos (así los niños pueden comer huevos de vez en cuando) y tiene una huerta. Bucólico y relajante. Luego hemos visitado la que era la otra casita de las niñas pequeñas y ahora es la casita de los niños medianos (14), que cuando nos han visto se han puesto como unas castañuelas y nos han llevado de la mano para que veamos su casa y visitemos su flamante salón de la tele. Ha sido muy divertido, nos querían enseñar tantas cosas al mismo tiempo que se volvían locos ellos solos.

Sigue lloviendo sin parar.

Ya de vuelta al cole, hemos trabajado un poco en la enfermería ordenando documentación. En fin, ordenar en un lugar como la India es toda una experiencia, de verdad. Es como mandar las naves a luchar contra los elementos y todo eso. Y al mismo tiempo, los habituales diálogos de besugos con las enfermeras del centro. Y las doctoras a lo suyo con sus revisiones, una detrás de otra.

Ag. El cansancio, ese fiel compañero que no me abandona en todo el día, me está devorando vivo. El viaje de vuelta transcurre prácticamente en silencio (en la furgo del Brother). Estoy muerto.

Pasamos por el hotel. Pasamos por Raj’s porque teníamos cita con nuestro traductor. Hay un grupo de españoles dando voces y haciendo el moñas. Haciendo el español, vamos. Vuelvo, una vez más, a sentir vergüenza –mitad propia, mitad ajena-. En un chiringuito nuevo, al comienzo de Sudder, comemos comida india que no está mal de sabor pero pica como el demonio.

Cuboducha, colada, un poquito de escritura hasta las doce de la noche, es decir, hasta que se me funden los plomos.

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