Pues como hoy no ha pasado nada reseñable, voy a ser
especialmente breve y así descanso. Por cierto, se acabó Julio y, por lo tanto, ya he gastado la mitad de mis vacaciones. Ecuador.
Me despierto a las seis. Parece que en la India suelo despertarme
entre las cinco y las seis. Al menos eso dice la estadística. Ya decía el año
pasado que depende del ciclo solar. Y es que soy un bicho eminentemente diurno,
con lo que mi tendencia natural es levantarme con el sol y ralentizar
seriamente mis funciones vitales en cuanto éste se pone. Siempre puede uno
hacer alguna excepción, pero vamos, en general la cosa funciona así.
Maite se despierta como hora y media después, me mira y me
dice ¿Tú no ibas a dormir hasta tarde? Claro. Ya me gustaría. En fin.
Nos tomamos un desayuno vip en el Flurrys y mientras Mai se
va al cole a organizar, yo me voy a Sudder, dejo la ropa de Nepal en la
lavandería (dos pantalones y cuatro camisetas = 150 rupias, como 2,14 euros),
mañana que no se me olvide recogerla… Compro pijaditas de aseo. No hay que
olvidar, como decía el año pasado, lo importante que es ese momento de la
ducha, en el que te reencuentras con la versión limpia de ti mismo…
Vuelvo al hotel. Pido una habitación –hoy empiezan a llegar
voluntarios-, cuelgo el mini álbum de fotos de Nepal, se me cae una lágrima,
escucho música, leo periódicos, recojo mi equipaje una vez más y me voy al
aeropuerto a buscar a Conchi, voluntaria nueva que viaja sola. Me divierte ver
Calcuta a través de los ojos de la gente que llega por primera vez.
Y llueve durante todo el día. Sobre todo por la tarde. Diluvia.
Y poco más. Trámites, compras, primer contacto con la cosa y
ya por la tarde, Laura con Beatriz y Patricia… ya somos seis. Instalarse. Cenar. Descansar.
Ps: Mientras estaba cargando las fotos de Nepal esta mañana,
me acordé de algo que me hizo muchísima gracia. La noche del martes, cuando
llegamos derrengados a Kathmandú y le dijimos a Seazan que queríamos alojarnos
en el centro, en el Potala, nos miró muy muy serio y nos dijo que teníamos que
tener muchísimo cuidado porque por esa zona, por la noche había gays y
lesbianas. Jaja. Y nos lo repitió un par de veces. Preocupadísimo el chico. (Y
yo diciéndole a Mai: Pues a mí las lesbianas me ponen…).
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