viernes, 31 de julio de 2015

Día 31. Fin de Julio. Viernes. Transición


Pues como hoy no ha pasado nada reseñable, voy a ser especialmente breve y así descanso. Por cierto, se acabó Julio y, por lo tanto, ya he gastado la mitad de mis vacaciones. Ecuador.

Me despierto a las seis. Parece que en la India suelo despertarme entre las cinco y las seis. Al menos eso dice la estadística. Ya decía el año pasado que depende del ciclo solar. Y es que soy un bicho eminentemente diurno, con lo que mi tendencia natural es levantarme con el sol y ralentizar seriamente mis funciones vitales en cuanto éste se pone. Siempre puede uno hacer alguna excepción, pero vamos, en general la cosa funciona así.

Maite se despierta como hora y media después, me mira y me dice ¿Tú no ibas a dormir hasta tarde? Claro. Ya me gustaría. En fin.

Nos tomamos un desayuno vip en el Flurrys y mientras Mai se va al cole a organizar, yo me voy a Sudder, dejo la ropa de Nepal en la lavandería (dos pantalones y cuatro camisetas = 150 rupias, como 2,14 euros), mañana que no se me olvide recogerla… Compro pijaditas de aseo. No hay que olvidar, como decía el año pasado, lo importante que es ese momento de la ducha, en el que te reencuentras con la versión limpia de ti mismo…

Vuelvo al hotel. Pido una habitación –hoy empiezan a llegar voluntarios-, cuelgo el mini álbum de fotos de Nepal, se me cae una lágrima, escucho música, leo periódicos, recojo mi equipaje una vez más y me voy al aeropuerto a buscar a Conchi, voluntaria nueva que viaja sola. Me divierte ver Calcuta a través de los ojos de la gente que llega por primera vez.

Y llueve durante todo el día. Sobre todo por la tarde. Diluvia.

Y poco más. Trámites, compras, primer contacto con la cosa y ya por la tarde, Laura con Beatriz y Patricia… ya somos seis. Instalarse. Cenar. Descansar.

Ps: Mientras estaba cargando las fotos de Nepal esta mañana, me acordé de algo que me hizo muchísima gracia. La noche del martes, cuando llegamos derrengados a Kathmandú y le dijimos a Seazan que queríamos alojarnos en el centro, en el Potala, nos miró muy muy serio y nos dijo que teníamos que tener muchísimo cuidado porque por esa zona, por la noche había gays y lesbianas. Jaja. Y nos lo repitió un par de veces. Preocupadísimo el chico. (Y yo diciéndole a Mai: Pues a mí las lesbianas me ponen…).

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