He quedado a las nueve de la mañana con Conchi, Patri y Bea.
Mai y Laura han salido antes porque iban a acompañar a Manosi a la leprosería
(¡) para hacer unas pruebas a una niña.
Lo que encontramos al salir es macanudo. Aparte de que
llueve a mares, donde antes había una calle ahora hay una piscina. La calle
entera –incluidas aceras- está inundada. Como tenemos que elegir entre meter
los pies ahí dentro o quedarnos en el hotel indefinidamente, nos decidimos por
meternos en el agua. Hoy va a ser el día de la chancla.
Lo malo es que no vemos dónde pisamos, así que si tropezamos o metemos el pie en un agujero o caemos en un socavón, nos podemos ir de morros al agua. Ya de entrada es complicado bajar el bordillo de la acera porque no sabemos dónde está. El agua me llega a ratos por encima del tobillo y a ratos prácticamente por la rodilla (eso a ti, que eres alto, me dice Patri…). Giramos en la calle del Sunflower hacia Mirza Galib, la calle que lleva a Sudder, y está igualmente inundada. De arriba a abajo. Y Sudder exactamente igual. Lo que debería ser un paseo de apenas diez minutos se convierte en una odisea como de media hora. Caminamos sobre las aguas como mesías del siglo XXI.
Lo malo es que no vemos dónde pisamos, así que si tropezamos o metemos el pie en un agujero o caemos en un socavón, nos podemos ir de morros al agua. Ya de entrada es complicado bajar el bordillo de la acera porque no sabemos dónde está. El agua me llega a ratos por encima del tobillo y a ratos prácticamente por la rodilla (eso a ti, que eres alto, me dice Patri…). Giramos en la calle del Sunflower hacia Mirza Galib, la calle que lleva a Sudder, y está igualmente inundada. De arriba a abajo. Y Sudder exactamente igual. Lo que debería ser un paseo de apenas diez minutos se convierte en una odisea como de media hora. Caminamos sobre las aguas como mesías del siglo XXI.
Llegamos al Blue Sky. Sonrisas, saludos y buen rollo. Vamos
ensayando lo que será nuestro desayuno de batalla la mayoría de los días. Me
sabe rico el café, el sweet lime juice y, sobre todo, el nutella pancake.
Nos vamos al cole. No para de diluviar. Sigo jugando a ver
la ciudad con los ojos de quien viene por vez primera. Afortunadamente, el
metro no está inundado. Llegamos a la parada del rickshaw. Allí nos dicen que
nos van a cobrar 20 rupias en lugar de 10 porque hay calles por las que no se
puede pasar por culpa del agua y hay que hacer un recorrido alternativo, entre
callejuelas. Hacemos el caminito al cole bajo el aguacero. Y sin pintas de que
vaya a parar.
En el cole nos encontramos con Maite y Laura, que llegan al
mismo tiempo que nosotros. Los resultados de la niña han sigo negativos
(alivio), pero aún así, seguirá un pequeño tratamiento.
Patri, Bea y Conchi se encuentran con las niñas por primera
vez. Al cabo de cinco minutos ya están rodeadas de criaturas que las tocan, les
hacen preguntas, quieren jugar con ellas… Para Laura, que ya ha estado antes,
es el momento del reencuentro. Además, como es su cumpleaños, se convierte en
la reina de la fiesta: las niñas cantan, la peinan, le hacen fotos y le regalan
flores. Muy divertido.
Comemos arroz con cosas. Hay una que nos llama la atención,
son como unas bolitas fritas que por dentro tienen un toque dulce. Intentamos
que las massis nos digan lo que es, pero como no saben inglés la escena se
convierte en un divertido diálogo de besugos. Son muy vergonzosas cuando se
dirigen a nosotros pero al final acabamos echando unas risas (y averiguando que
el relleno es una fruta, pero no conseguimos adivinar su traducción en
español).
Después de comer y estar un ratito más con las chicas,
hablamos con el Brother, que acaba de llegar de no sé dónde y está de
sorprendente buen humor y nos vamos a visitar la Spanish House (que ahora se
llama New Light). No se encuentra en muy buen estado que digamos, parece más
bien que se cae a cachos. Saludamos a los muchachos y me pongo a jugar con
ellos al ajedrez. Afortunadamente, nos vamos antes de que me caiga una tunda.
Jajaja.
Y de allí, a la casa de las niñas pequeñas. Cuando nos ven
se vuelven locas: saltan, bailan, cantan, ríen, se pelean entre ellas para
conseguir más atención y quieren jugar y jugar y jugar sin parar. Las muchachas
nuevas siguen con su periodo de adaptación, rodeadas de niñas por todas partes,
como una isla.
Volvemos a casa a eso de las cinco y media. Estamos fundidos
y esto es como la mitad de actividad que una jornada normal, pero creo que
disfrutamos del cansancio. Ya ha dejado de llover –más vale tarde que nunca-.
Recojo la ropa que dejé en la lavandería, dejo a las chicas
en Sudder –a mí como que ya no me apetece más Sudder por el momento, estoy
saturado…- y me vuelvo a la habitación.
Me reencuentro conmigo mismo. Ducha, colada, lectura,
escritura, música.
Dolce vita.
Con tanta agua, casi no se reconoce Sudder!!
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