miércoles, 12 de agosto de 2015

Miércoles 12. VIN DIESEL NO TIENE HUEVOS PARA ECHARLE UNA CARRERA A UN RICKSHAW EN CALCUTA


Me quedo dormido como a las once y algo. Me despierto a la una. De nuevo no tengo ni idea de por qué. No me duele nada. No hay ruido. El calor no es especialmente insoportable. Simplemente me despierto. Miro la hora. Joder. Como no puedo dormir aprovecho las tres horas y media de cambio horario y me estoy como una hora chateando. Vaya manera de empezar el día.

Después de dar vueltas a derecha e izquierda, consigo pegar ojo. A las siete y algo, arriba. Me vuelvo a levantar lleno de picaduras. Estas tienen pinta de ser de mosquito. Además también me ha salido uno de mis sarpullidos raros, esta vez en el brazo izquierdo. Desayunamos en el loft a las ocho y poco. Se pone a llover y yo me he dejado el paraguas en la sala de material del cole (el rincón de pensar, jaja). Pero luego para. En el metro a las nueve. Todo muy cronometradito. Cogemos el rickshaw, hay un atasco XXL y llegamos al cole media hora tarde. El cronómetro a tomar por el culo. Bueno, como Lidia y yo vamos a pintar, nos da un poco igual llegar un poco antes o después.

Nos llevamos al fulanito Paco, que es como un mueble. En el cole le pregunto si hay cinta para pintar y me dice que sí. Guay. Llegamos a la casa, le pido la cinta y me dice que no hay. Jajaja. Con este, lo del diálogo para besugos se queda bien corto. Le pido una escalera alta. Tampoco hay. Vale. Lidia y yo nos miramos como diciendo “estoy no hay por dónde cogerlo”. Pero lo cogemos. Mandamos al mueble Paco a por cinta y mientras, nos ponemos a pintar por abajo. El resultado es una mierda pinchada en un palo. Y eso que no suelo pecar de humildad precisamente. Estamos pintando con una especie de azul deslavado sobre un verde bastante fosforito, así que el resultado es un color al que mi querida Syl le puso nombre en su día: “pollapastor”. Jajaja. A ratos pinto colgado de una repisita, con un pie aquí y otro allá. Otros ratos en la escalera. A veces sentado en los escalores remanto las partes de abajo. Por fin resuelvo el problema de la altura. Mando a un niño por un palo, se lo meto por el culo al rodillo y puedo pintar toda la parte de arriba de la pared. Hay que decir que estamos pintando las escaleras que dan a la azotea. Allí no hay ventilador. Pues eso. Se activa el modo sauna y Li & me nos pasamos 3 horas sudando sin parar. Cuando digo sudando es realmente goteando. Yo al menos me puedo quitar la camiseta. El pantalón que llevo puesto (un pantalón corto de pádel) se queda como un bañador cuando sales de la piscina. Entre la sudada y los manchones de pintura es para verlo… (De hecho, en el hotel, va directo a una bolsa de plástico, junto con la camiseta de “me caes bien, te mataré el último”, que tiene más mierda que camiseta y de allí a la basura).

Mientras pinto me bebo dos vasos de zumo y una botellita de agua. En el cole me bebo tres o cuatro vasos de coca cola. Y así voy tirando. Al final de la comida siempre nos ponen un café con leche. Y nos ponen al lado el azucarero. Entonces miramos adentro a ver si hay hormigas, jajaja. Hoy hay pero no muchas. Hay que hilar fino. ¿Quiere usted el café solo o con hormigas? Estoy fundido de cansancio. Afuera sigue el ciclo de ahora llueve un rato, ahora para. Mola un huevo. Mucho mejor así. Después de comer, me pego una parlada con Manosi bajo el ventilador. Me pregunta por mi trabajo en Marruecos, por mi familia, por mi experiencia aquí. Y me cuenta cómo era su trabajo antes, cómo se siente ahora dando cariño a estos niños… y así pasa la sobremesa mientras afuera –esta vez sí, diluvia de narices-.

Subimos a los talleres. Hoy toca hacer abanicos con palitos planos o con tenedores de plástico. En las páginas web parece fácil, pero cuando te pones a hacerlo es una odisea tremenda. Sobre todo porque la cola que estamos usando tarda lo suyo en secar y porque los tenedores tienen un diseño muy curvo y es prácticamente imposible pegarlos a un trozo de cartulina. Al final los niños acaban pasando de todo y pegando palitos en cartulinas a su bola. Yo hago algo que se parece un poco a un abanico. Sobre todo, de lejos. Y no sirve para abanicarse.

Saheli me pregunta si estoy enfadado con ella porque ha estado trabajando con otro grupo. Le digo que no, que la quiero mucho. Me da un beso y se va sonriendo. Pienso en atarla a mí y llevármela puesta.

 


En la reunión estamos todos como de muy buen humor. Mañana vuelvo con Patricia al dermatólogo por tercera vez consecutiva. Nos llega un mensaje de Jose. Ha estado ingresado y aunque tiene el hígado hecho polvo, le dan el alta hoy. Todavía no hay diagnóstico claro.

No llueve y aunque la humedad es brutal, se está medio bien. En el metro a veces nos toca ponernos chaqueta y a veces no. Hoy toca que sí. El aire acondicionado está a tope. Luego carrera suicida en rickshaw, de las de “venga, Vin Diesel, ven a hacer el furious aquí si tienes huevos”. La verdad es que dedicamos nuestro tiempo a hacer risas. (La de David en el metro no la cuento porque es muy guarra, jajaja).

Hora de descansar. Ducha, colada solo de pañuelo –lo demás, a la basura- y a escribir. La mayoría del grupo ha quedado para cenar en el Mogambo pero como me parece un plan demasiado guiri y tampoco me gustan los grupos grandes, decido quedarme escribiendo y escuchando a los raconteurs y cenar un litro de suero, por lo de la gran sudada de esta mañana. Y tan ricamente.

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