lunes, 10 de agosto de 2015

REFLEXIONES EN LA SALA DE MATERIAL

 
Esta foto es de la semana pasada. Uno de esos días en los que después de comer, nos subimos a la sala de material a descansar (nuestra fantástica nueva sala de material). Tiempo de tregua y de silencio. Empapados en sudor. Con Jose tirado en la cama bajo el ventilador, totalmente derrotado. Por cierto, hoy coge el avión de vuelta. Nadie mejor que uno mismo para saber lo que le conviene.
 
Como, a pesar de ser de letras, yo hago mis cálculos, me doy cuenta de que este año trabajo dos horas diarias menos que el año pasado. Esta hora mágica, de tres a cuatro, la hora de la siesta (con alguna carrera ciclista como somnífero ruido de fondo), para reponer energía y la hora de la puntilla, de seis a siete. Las dos horas de coro. Y bien sabe todo aquel que me conoce que echo muchísimo de menos a Mónica y a Karmela y el singing group, pero también es cierto que esas dos horas diarias de descanso extra a lo mejor son las que hacen que este año esté aguantando sin problemas -más allá del agotamiento y la deshidratación, jaja-. Las que están marcando la diferencia.
 
Y sigue dando vueltas en mi cabeza el binomio vinculación/desvinculación emocional. Desde dónde hasta donde es prudente encariñarte con los niños. Desde dónde hasta dónde tengo derecho a encariñarme con los niños. Y dejar que se encariñen conmigo sabiendo que estoy aquí de paso y que cuando me vaya me da a doler y a ellos les va a doler mucho más. Y su dolor me va a doler mucho más que el mío... Dónde trazar la línea. El sentido común, mi parte más racional, me dice que me coloque la armadura. Esa que casi nunca me quito. El resto de mí me pide lo contrario.
Y la cuenta atrás ya está activada.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario