lunes, 10 de agosto de 2015

Lunes 10. RECTA FINAL


Como a eso de las diez de la noche ya estaba fuera de combate y me despierto a las seis, como siempre, por una vez las cuentas me salen: he dormido ocho horas. Guay.

La primera avanzadilla nos vemos en el loft un poco más tarde de las siete y media. Menos Fátima que está empanada y aparece a las ocho y pico, cuando ya vamos a irnos. Jaja. Hoy juego con la Gopro (que estaba guardada desde Nepal). Probatinas. Ya veremos qué sale de todo esto. Va a ser –si todo va bien- el primer vídeo post-Harinezumi. Qué raro se me hace.

El calor sigue siendo de verdadero castigo, pero de alguna manera es como si todos nos hubiéramos acostumbrado ya a sudar y sudar y sudar y pasar el día empapados sin parar de beber agua. Ya casi ni nos inmutamos. Casi.

Llegamos al cole a las nueve y media y los niños no están preparados. Me toca dentista con David y Lidia. A las diez no están preparados y a las diez y media no están preparados. Unos están en clase, otros almorzando… Creo que salimos cerca de las once de la mañana. Muy, muy tarde. David, Lidia, nuestra enfermerita pequeña y ocho niños. Nos llevan por el caminito hasta la parada de Kobardanga en un rickshaw eléctrico que ha aparecido por el cole (????).

Decidimos que va a ser mejor hacer el viaje en rickshaw y metro (estación Rabindra Sadam, puerta 3). Nos ponemos en la enoooorme cola. Y no vengas a decirme, madre, que no te gustan tan enormes. Y mientras estamos allá, aparece un taxi con un señor mayor con cara de buena persona y nos deja meter a los ocho niños dentro con David y la enfermera por 200 rupias. Guay. Li & me nos vamos en rick y metro. El sol pega tan fuerte que esperamos en la cola bajo el paraguas. Jaja.

 


Cuando aparecemos en el dentista, resulta que –además de hacer un frío que te mueres- estos todavía no han llegado. Les damos la lista para que vayan apuntando y esperamos con la chaqueta abrochada hasta arriba porque venimos absolutamente empapados y esto nos viene un poco mal. Empiezo a preocuparme porque el grupo no aparece y mando un mensaje por teléfono y en ese momento hacen su entrada triunfal. Son las 11.53 h. Media mañana perdida. (Y el taxista no era tan majo porque después de apalabrar 200 le ha sacado 300 a David, el muy cabrón).

Y nos ponemos manos a la obra. David de guardaespaldas del dentista, tomando nota de todo. Un niño después de otro. A uno le empasta, a otro lo deriva, a otro, tratamiento antibiótico y así. Se nos hace tarde –que es lo que tiene llegar tarde, claro-. A eso de las dos menos veinte decidimos que Lidia y la enfermera se vayan ya al cole con 5 pequeños, a ver si por lo menos les da tiempo a comer. Nos quedamos, pues, David y yo con tres más mayores. A eso de las dos y pico ya están todos vistos, pero el médico al que se ha derivado a uno de ellos para una extracción ya está aquí y lo puede hacer hoy, en lugar de pedir cita para otro día. Lo malo es que antes tiene que tratar a dos pacientes que están esperando. Nos toca estar allí, pelando la pava, otra hora y pico, con los pobres niños sentados sin moverse y sin quejarse. Podemos preparar ya el protocolo este para la canonización o algo. El caso es que cuando el médico por fin le atiende resulta que no le hace la extracción porque hay infección. Hala, a la mierda. Una calcutada más para la colección. Esto es el arte de perder el tiempo.

Viendo que el taxi, además de caro, es lento, nos volvemos –como ya lo hicieron Lidia y la enfermera- en metro. Estamos cansados, hace mucho calor ahí fuera, es tardísimo... Llegamos al cole como a las cuatro y cuarto y nos vamos a comer los cinco. Los talleres han comenzado hace ya un buen rato y también faltan Noelia y Fátima, que están en el oculista. Vaya toalla.

Sacamos los talleres adelante de aquella manera. Hoy ha tocado disfraces con bolsas de basura. Hay grupos que han hecho un curro bien chulo. Yo hago el mural que nos tocaba el viernes y no pudimos hacer porque estuvimos escribiendo nuestra parte del libro viajero. Entre dos niñas me enguarranan la mitad del mural, que queda hecho un cristo. Madre mía.
 


Mi niña, Saheli, se ha pasado toda la mañana esperando a que apareciera, la pobre. Se abraza un rato a mí y me sonríe. Pero también hace sus cuentas y me pregunta cuándo va a ser mi último día. Y ya la sonrisa es otra sonrisa. Y me hace tanto daño…
 


Y después, nada nuevo. Nos reunimos. Mañana me vuelve a tocar dermatólogo con Patricia y de nuevo con Lidia (triplete!!!). Espero que esta vez no haya calcutada. Parece que va a llover, se nubla el cielo, caen tres gotitas tímidas y luego nada. Porca miseria. Me estoy un rato jugando con la cámara, a ver qué pasa. Y hotel, colada, ducha y escribir. Para todos ustedes.

Creo que volveré a acostarme pronto…
 
(Por cierto, mis tatus, sobre todo el dragón, siguen haciendo furor por la calle)
(El furor del dragón... jajajaja)

2 comentarios:

  1. Qué sería de Calcuta sin las calcutadas!

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  2. Saheli es guapísima y se la ve tan buena :)
    Estaba el año pasado en el cole?

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