viernes, 7 de agosto de 2015

Viernes 7. RARO...


Party está en crisis. Lleva mala, con bastante diarrea, desde el lunes. Ayer por la noche tuvo que volver al hotel a toda velocidad porque se puso a vomitar y le subió bastante la fiebre. Afortunadamente, con un poco de atención médica on-line se están enderezando las cosas. Esta mañana, que aún tenía fiebre, ha empezado a tomar antibiótico y entre eso y el paracetamol parece que la cosa empieza a estar bajo control. Se ha pasado el día en la cama recuperando… Espero poder decir mañana que ya pasó y que todo sigue adelante.

Yo, a pesar del calor sofocante, llevo un nivel de energía bastante alto. Para mi sorpresa. Veremos.

Bueno, a la cosa. Hoy es viernes. Algunos llegan ya al finde con lo puesto. Como tenemos que hacer gestiones fuera del cole, Vic y yo hemos quedado a las nueve para desayunar con Mai, Lau, Fátima y Lidia. Bea se queda con su sister, por si acaso, y nos va actualizando información continuamente.

Desayunamos en Raj, muy relajados. Mientras Maite, Laura y Fátima se quedan haciendo compras para mercadillos, Lidia, Víctor y yo nos vamos a Nicco Park, una especie de parque de atracciones. Tenemos que reservar tickets para 42 niños: 22 niñas pequeñas al parque de atracciones y 20 niños mayores al parque acuático (ambos están juntos y comparten entrada). El sitio está como a una hora de distancia de Sudder. Negociamos el precio con el taxi, negociamos los tickets con el manager del parque (el 50 % de descuento a grupos escolares), negociamos las comidas con el encargado de uno de los puestos, negociamos las botellas con uno de los puestos de fuera, que cuestan como la mitad, y luego, encontramos otro taxi y negociamos un buen precio de vuelta al cole, que es una señora paliza.

Y todo sale tan bien y tan fácil a la primera que me parece extrañísimo. La falta de costumbre. Es como si no estuviéramos en India, vamos. Raro, raro, raro… Tan raro me parece que me quedo como mosqueado.

Y sigue haciendo calor. Un calor mortal, de sauna. Y también me parece extraño llevar seis días consecutivos sin parar de sudar de sol a sol –y un poco más- y sentirme bien, cansado, claro, pero dentro de unos límites razonables.

Llegamos al cole. Descanso. Hora de comer –hoy nos han puesto una pasta tricolor con verduras-. Los grupos de dentista y oculista también llegan sin novedad. Vuelvo a descansar. La experiencia me dice que en India siempre hay que ahorrar energía.

Hoy en el taller, aunque toca el mural colectivo, hacemos el libro viajero, es nuestro turno, asi que seguimos contando la historia del niño cuya alma estaba conectada a la de su cometa y hacemos la ilustración correspondiente. Acabamos el trabajo con el tiempo perfecto. No nos sobra ni un minuto.

Y nos reunimos. Y todo fluye. Y me sigo preguntando cómo es posible que hoy todo sea sencillo. Sin una sola calcutada.

Nos volvemos a casa. A “casa”. A lo largo del viaje me siento tranquilo, me siento muy muy vivo. Buenas sensaciones. El grupo sigue empastando. Hay sonrisas, hay confianza. Inés está un poco rota, pero ella siempre sonríe, no lo puede evitar.

Paso un rato a ver a Party. Parece que lo peor pasó, tiene buena cara y muchas ganas de empezar a disfrutar de verdad de todo esto.

Y voilà. Otro día que pasó sin gran cosa que reseñar.

En fin, que uno está tan acostumbrado a las desgracias, a las situaciones surrealistas, al caos y al despiporre, que parece que lo raro es que todo salga normal. Pero nos lo merecemos, vamos. Aunque sea solo un día…

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