Y llegó el fin de semana. Dos tercios de mi estancia india ya se han evaporado. Queda la última semana. Y aquí el amigo Mikel, más cansado
que un perro, ha decidido dedicar el finde íntegramente a descansar (que doblo en edad
a la mayoría de voluntarios, coño). Lo siento por la pobre Irene que esperaba
la crónica del parque…
Así que, ayer sábado, mientras los voluntarios –excepto
Party, aún en proceso de recuperación- salían del hotel, yo me quedé en la
cama. Zanganeando por todo lo alto porque yo lo valgo. No levanté el culo hasta
las once y pico. Una delicia. Y luego, con toda la calma del mundo, me preparé
y me fui al Blue a tomar un brunch (café y zumo con special nan y tortilla de
queso y tomate). Tan ricamente.
Y a caminar por la ciudad, bajo el calor insoportable, como
cuando llegué el primer año, con ganas de verlo todo, lleno de ilusión, con más
curiosidad que cansancio, que ya es difícil. El año de la rebeldía. Yo, en
solitario, contra el mundo. Y luego no tan en solitario, pues fui encontrando
buenas cómplices para poder explorar y explorar. Pero desde el año pasado todo
eso es historia, me he aburguesado, me he vuelto cómodo y he acabado con mucho
cansancio y cero curiosidad, caminando como un idiota en el triángulo
Metro-Sudder-Hotel. Más hotel que Sudder, por cierto. Pero bueno. No sé muy
bien cómo interpretar todo esto. ¿Será que el paso de los años en el proyecto
pasa una factura de desgaste emocional/mental? Porque la fatiga física es
brutal, pero la mental, que es menos obvia, también deja sus muescas.
Recuerdo que el año pasado Silvia me decía que le faltaba
ilusión. Supongo que ha llegado mi turno.
Y bueno, dedico un poco el finde a desquitarme, a la
introspección, a caminar y volver a mirar las cosas como si las viera por
primera vez. O al menos intentarlo. Elijo una estación de metro: Girish Park.
Caminar entre puestos de mil mercancías diferentes. Llenas de color, eso sí.
Entrar en callejuelas. Perderme. Reencontrarme. No tener miedo (es verdad que
teniendo mapas en el teléfono, todo es más fácil, claro) Y mientras camino,
resulta que Jose se ha puesto fatal y ha tenido que volver desde el cole al
hotel mientras los demás salían rumbo al parque.
Y el calor parece una maldición bíblica. Una semana
ininterrumpida de calor sofocante. Una máquina de picar carne. La nuestra. Así
que sudo la camiseta una y otra y otra y otra vez. Vuelvo un rato al hotel a
descansar y refrescarme. Compro pijaditas en el loft para darme un capricho.
Relax.
Salgo de nuevo a caminar, a sudar, a empaparme de India.
Camino hasta Jatin Das Park. Procuro no perderme detalle de nada. Las caras,
las miradas, los gestos. Ni siquiera saco la cámara o el teléfono, simplemente
camino y miro.
Me encuentro al grupo de vuelta al hotel. Machacados por el
calor, exhaustos. Han quedado para cenar en la terraza pero me meto en la
habitación, me pego una ducha, lavo la ropa y al tumbarme en la cama, antes de
las diez, me quedo seco, sin querer, con las luces encendidas. Y eso es lo que
se encuentra mi amigo Víctor cuando vuelve a la habitación.
Luego me despierto como a las dos de la mañana en plan “¿qué
coño hago vestido aquí, encima de la cama?” y me paso cerca de dos horas sin
poder volver a dormirme. Cosas de la
India.
Me despierto antes de las seis de la mañana. Vale, no, hay
dos caras mirándome, así que no me he despertado, me han despertado. Víctor y
David, que está muy preocupado porque Jose se ha pasado la noche vomitando sin
parar, no han dormido ninguno de los tres y al final ha acabado desmayándose en
el cuarto de baño.
Les pongo a ustedes en antecedentes: David e Iván son chicos
muy flaquitos, rondando los 60 kg. Y en la esquina izquierda del cuadrilátero,
Jose. Enorme. 120 kg. Hagan los cálculos conmigo… Efectivamente. Pues eso. Y
los tres comparten una habitación diminuta (en la que estuve durmiendo el año
pasado, si no recuerdo mal). Así que me dice que no sabe qué hacer, quizás
llevarlo al hospital. Uf. Las delirantes aventuras para salir del Mercy
Hospital… porque entrar es fácil pero salir es como declarar la tercera guerra
mundial.
Le digo que creo que el hospital debería ser la realmente
última opción y que le den primperán (Party and sister tienen, claro), a ver si
al dejar de vomitar puede descansar, hidratar y recuperar un poco. Solo me
faltaba hacer de médico. Pero el caso es que la cosa funciona y consigue pasar
la mañana durmiendo.
Lo de aparecer antes de las seis es porque una comitiva ha
quedado para ir a misa a la mother house. Amén.
Como no me puedo volver a dormir, disfruto de la mañana del
domingo de la segunda mejor manera posible: leyendo los periódicos. En el
teléfono es bastante menos cómodo pero me vale.
Ha muerto el señor palestino que los colonos judios
achicharraron con un cóctel molotov, junto a su familia, incluido un bebé que
murió, y su mujer, que está muy grave. Casi mejor morir que enfrentarse a eso,
supongo. Como para tener fe en la raza humana…
Me voy a desayunar con un grupo al loft –que Maite dice, con
razón, que acabaré aborreciendo, como Sudder Street-. La gente se va de
excursión a Belur Math. Yo me quedo con lo mío. Introspección.
Y vuelvo a caminar y a sudar y a caminar y a sudar. Al igual
que ayer, a eso de las dos regreso al hotel para descansar un poco. Me quedo
dormido.
Echo una ojeada a Jose. Está vivo pero las señales que manda
son malas, está desmoralizado. La
India le ha sacudido en la cepa de la oreja. Y recuerdo esa
escena de Snatch (cerdos y diamantes) en la que Brad Pitt se tiene que pegar
con un boxeador enorme que pesa el doble que él. Medio en serio, medio en broma
se come las tres primeras hostias que suelta el tipo (que le dice, no te
levantes del puto suelo) y, de repente, se levanta, suelta un latigazo y antes
de que la cabeza del bicho aquel se estrelle contra el suelo, ya está
inconsciente. Pues Jose me recuerda a ese boxeador. La India lo ha noqueado. De
hecho se está planteando dejar el grupo y volverse a España.
(IREEEENEEE, VENNN, QUE QUEDA UN HUECOOOOO).
(TE TOCA DE PAREJA CON INÉEEES)
El otro lado de la moneda es Party, que esta mañana, a mi
lado, se comió un croissant. Jajaa. Dicho así, suena estúpido, pero es su
primera comida en seis días. Y no contenta con ello, luego, a mediodía, estuvo
comiendo pasta italiana. No dejarse llevar por la euforia, ¿eh?
Termino la jornada con otro paseo más y un masaje incluido.
Claro.
Para empezar el lunes con buen rollo.
Ceno en el loft con Maite, Laura e Inés, que está medio
cayéndose a cachos, pero más gitana que nunca y sin parar de sonreír. Making it
easy.
A partir de mañana, trabajo del tirón hasta el sábado por la
tarde. Esperemos que la lluvia acabe apareciendo, aunque no sea más que por
aburrimiento…
Gracias!! :)
ResponderEliminarUn finde de caminar.. y pensar. Necesario.
Ojalá pudiera ocupar ese hueco! Ni lo dudaba!