Pues
sí, señores, aquí estamos una vez más, en una nueva entrega del Indiario.
Como cada año puede ser el último, hay que disfrutar el viaje a fondo.
El viernes
25 de julio a las diez de la noche subimos al avión de Emirates la primera
entrega del grupo de ese año: Maite, Mónica y yo (las tres emes) junto con un
grupo de cinco médicos: Mich, Conch, Ana, Noe y Vicky (Cristina y Barcelona se
quedaron en casa).
También
se unieron a nosotros, al menos hasta Dubai, Javi e Irene, dos nuevos
fichajes de este año, pero ellos volaron a Delhi en lugar de Calcuta. Dos
chicos encantadores. Juventud, divino tesoro y todo eso...
Llevo
dos maletas: la de facturar (29,3 kg) y la de cabina (9,5 kg). Apurando. Este
año, mucha ropita de niño (además del material para los talleres).
El
viaje es largo. Muy largo, como siempre. No duermo nada. En el Madrid-Dubai me
veo el Capitán América 2 -muy Marvel- y la última entrega del Hobbit -que sigue
sin entusiasmarme-. En la escala en Dubai (6 horas¡¡) me leo y subrayo
la Lomce (y la
madre que la parió). En el Dubai-Calcuta me fagocito un buen tocho de "El
jilguero", el nuevo libro "questádandomuchoquehablar". (formato
Ebook) (y comprado, ¿eh?, que a veces también me da por ahí).
Llegamos
a Calcuta por la noche. Bueno, como las ocho. Mismo ceremonial: pasar el
control de pasaportes, recoger el equipaje, hacer cola para pedir taxis (3). Y
ese viaje aeropuerto-ciudad, como de una hora, al borde del agotamiento, viendo
la India pasar
por delante de tus ojos cansados. Los rostros duros-sin esperanza- de la gente,
las obras, el caos, los pitidos de los coches y el taxi que vuela haciendo
zigzags y nosotros sin cinturón. A la
India hay que venir a tumba abierta. Y a corazón
abierto.
Y
nos instalamos en el Sunflower, yo me pido dormir solo, mientras que los demás
2+2+3. Es más caro, pero lo que pierdes por un lado lo ganas por otro.
Aún
nos queda un poco de energía para dar una vuelta antes de acostarnos, así que
llegamos a Sudder (que es una especie de solar abandonado y desierto). Comemos
algo chez Raj y a eso de las doce nos retiramos a convertir en descanso ese
gigantesco agotamiento. A mí me da tiempo de hacer la primera colada (el olor
de la camiseta… ay).
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