Antes de las
siete de la mañana, una horda de niños nos empiezan a gritar por los huecos de
la pared. Parece una broma. Un ratito después aparece Shibu para decirnos que
tenemos que abrir la puerta porque necesitan una llave que está dentro. Me
levanto, en calzoncillos, y abro la puerta. Ole.
La noche ha sido
un desastre. Entre el calor y el dolor he dormido poco y mal. La tabla me ha
dejado el cuerpo hecho polvo. Creo que tengo una edad en la que ya no vale todo.
Me siento como si me hubieran pegado una buena tunda. Además tengo un herpes en
el labio. Muy bien. Y, aprovechando que estoy de pie y no me siento muy bien,
voy al baño. Guay. Después de tres años persiguiéndome, la diarrea me ha
cazado. De puta madre. Como no tenemos ducha, me acerco hasta la fuente,
bombeo, me lavo un poco la cara y entro a la habiación-sauna. Completo mi toilette
con unas toallitas húmedas gentileza de Ana. El resto de la gente también se
levanta con cara de culo y gestos de dolor. Creo que no soy el único que ha
pasado mala noche.
Hoy no llueve.
De hecho hace un sol fantástico. Desayunamos tortitas con una especie de
patatas finas, medio fritas (del estilo a las que se hacen para preparar la
tortilla de patatas). Me hago un roll –muy rico- y otro par de ellos con
nutella (que hemos traido de Calcuta). Rico, pero mis tripas no paran de hacer
ruidos raros y dar vueltas.
Las doctoras
vuelven a sus consultas. No puedo con el alma. Me siento a ver la vida pasar.
Al final estoy tan roto que me vuelvo al tablón a dormir un rato. Caigo
redondo. En realidad, todos duermen un rato: Maite y Javier sentados en la
silla y Dani, tumbado. Da pena vernos. Al final de la mañana, las doctoras
acaban con lo suyo, Ana se tumba a dormir y los demás nos damos un paseo con
Shibu. Andamos por caminos de barro (hoy, seco), entre palmeras y campos de
arroz en los que la gente trabaja con el agua por encima de las rodillas. Vamos
a otro pequeño cole del Brother, otra casa con el techo de paja que se usa como
aula para dar clase a niños de 3 a 5 años. Allí están los chiquitines, en el
suelo, aprendiendo letras y números que nos recitan en inglés. Me parto con
ellos.
Shibu nos enseña
su casa. Los indios son muy hospitalarios, un poco al estilo marroquí, les
gusta mucho que entres en tu casa y te acogen como si fueras un presidente del
gobierno. La casa de Shibu mola, es bastante grande (con dos pisos) y las
paredes están cubiertas de barro, así que está fresquita. Tiene placas solares
y antena parabólica. Shibu no está casado y vive con seis personas de su
familia (madre, hermanas, sobrino…). Comemos coco recién cortado y saludamos a
la madre. Shibu está más ancho que largo.
Volvemos al
dispensario-cole y volvemos a comer arroz con lentejas y cosas. Los
retortijones son una sinfonía, pero las doctoras me dicen que si el cuerpo me
permite comer, tengo que comer. Guay. Ana me prepara un suero oral. Así que,
tras la comida, me siento en una silla y veo la vida pasar con la botella
naranja al lado. Dani me mira como diciendo no sé cómo coño te puedes beber esa
mierda. Las doctoras vuelven al tajo. Mi energía ya toca suelo. De vez en
cuando me doy el paseíllo de la silla al baño y viceversa. Ag. La tarde se me
hace eterna. A eso de las cinco y pico nos damos otro paseo, esta vez hasta el
río. Un paisaje magnífico. Estoy fatal y Maite también –en su caso no es
diarrea, es jaqueca-.
A la vuelta, ya
de noche, las doctoras empiezan a vaciar armarios llenos de medicinas para
hacer un inventario. Me apunto. A Maite se le empieza a pasar el dolor. Yo sigo
con lo mío, todo cuesta arriba. Contamos antibióticos, paracetamoles y cosas así.
Medicinas para abastecer a un regimiento. Al médico se le ha ido la olla,
definitivamente. Las doctoras están que trinan porque el doctor solo está allí
una mañana por semana y los encargados del dispensario no deberían dar
medicamentos a nadie, puesto que no están cualificados para ello, y sin embargo
los dan.
Ceno –modo samurai-
y me voy al tablón mientras el grupo discute sobre el futuro del dispensario.
Anuncio públicamente
que al día siguiente estaré bien.
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