La máquina se ha
puesto en marcha.
Hemos tenido
libres las mañanas del lunes y el martes, así que las visitas a médicos han
comenzado el miércoles. Este año hay muchos menos niños, se nota el trabajo de
los años anteriores. En total serán cinco días de médicos (oculista, dentista,
dermatólogo) en grupos de alrededor de 5-6 niños. Aparte, se tratan casos
concretos en los hospitales que corresponde.
El lunes, tras
cuatro días sin lluvia y cuando ya empezaba a pensar que me iba a ir de rositas,
se pone a diluviar. A pesar de todo, es un día muy especial, es el día de
encuentro de los voluntarios con los niños. El día en que todo comienza, un día
de mucha expectación y muchas emociones. Eso se ve en la cara de nuestros
cachorritos. Para algunos voluntarios es el día del primer contacto con el
proyecto. Me pongo en posición espectador, aunque rodeado de chiquitines; me
hace mucha gracia ver las caras de Óscar e Isa, que se reencuentran con los
niños dos años después y, claro, los ven enormes a todos.
También es un
día especial porque nos enseñan el camión que venderá comida por las calles.
Nos preparan platos de noodles y arroz a mediodía y egg-rolls para la merienda,
todo ello acompañado con refrescos. Esa es la buena noticia. La mala es que aún
no tienen la licencia para salir a la calle. Aún hay que esperar para ver el
coche por Calcuta. En Sudder Street (pijolandia), por ejemplo.
Habíamos fijado
los horarios de los talleres de 15.00 a 16.00 h., como todos los años, sin
embargo la manager nos dijo que había algún grupo que salía más tarde de clase,
entonces cambiamos la hora de comienzo a las 15.30, pero, claro, estamos en la India y en el último momento
el Brother decide que el horario vuelve a las 15.00, así que nos toca
improvisar, como siempre. Los grupos ya están hechos, solo hay que llamar a los
niños e ir colocándolos en las aulas correspondientes. Como deja de llover un
poco, Silvia y yo nos ponemos a trabajar con el grupo de baloncesto. Natalia
echa una mano a Inés porque Paula, su pareja de taller, está de médicos en el
Birla Hospital con Ana y Javier.
Luego, más
tarde, comienzan las actividades de la tarde: clases de español con mayores,
coro con el grupo de siempre, más o menos, y baile con las niñas pequeñas.
El martes mi
gemelo hace chas –y aparece a tu lado-. Una de mis micro-roturas de fibras. Se
acabó el baloncesto. La India
es un lugar que te enseña muchas cosas. Una de ellas es aceptar las desgracias
sin desesperarse, con serenidad. En ello estoy.
Y desde el
miércoles comienzan los madrugones para ir a los hospitales.
A lo largo de la
semana, de manera escalonada, van volviendo a España (o lo que queda de ella)
Javier, Conchita, Dani y Ana. Cuatro currantes de verdad que, además, son
ejemplo de humildad. Conchita y Ana se han dado una paliza mayúscula y han
currado todos los días de sol a sol sin preocuparles ni siquiera su propia
salud –de hecho, las dos se han ido enfermas-. Un privilegio trabajar con
ustedes, sí señor. Acabamos la semana, pues, siendo 19. Bueno, 16, a todos los
efectos porque los que no madrugan no
cuentan.
Y el trabajo va
saliendo adelante. Ya está puesto el archivador en la enfermería. Hemos
comprado 300 carpetas colgantes con sus respectivos sobres de plástico para que
por fin toda la documentación de cada niño esté ordenada y guardada en su
sitio. Lo malo es que las 300 carpetas no caben en el archivador, así que hemos
tenido que encargar otro. Poco a poco se va poniendo orden en el caos y se van
resolviendo problemas.
La semana ha
sido dura e intensa, se ha madrugado mucho y se ha trabajado duro, se nota en
las ojeras y las caras de agotamiento de los voluntarios. Pero son caras
sonrientes y relajadas. Se van sucediendo las diarreas. Karmela se tritura un
dedo con una puerta. No nos podemos permitir el lujo de perder el humor, así
que nos reímos de todo: de las perrerías que nos hacen los niños, de todo lo
que nos toca encontrarnos por las calles y de las trepidantes carreras al baño
(¿llego o no llego?). De hecho, hay quien dice que nunca en su vida había
hablado tanto de mierda, pero las conversaciones escatológicas son normales en
Calcuta porque el tránsito intestinal condiciona toda tu vida cotidiana.
Hablando de risas y de escatología, hubo un par de personas que se pasaron más
de una semana sin ir al baño, aferradas a sus heces, pero acabaron sucumbiendo
y abandonaron su proyecto de batir un record guiness. En el extremo opuesto,
hubo alguien que estuvo muy a punto de hacérselo encima dentro de un rickshaw.
Ya saben que mi sentido de la discreción me impide dejar en evidencia a los
protagonistas de algunas historias.
Por cierto,
alguien entró en el Jojo’s y en lugar de pedir un sándwich de jamón y queso
(ham & cheese) pidió uno de mermelada y queso (jam & cheese). Y lo
mejor es que se lo pusieron.
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