lunes, 12 de agosto de 2013

4. MARABUNTA.


Domingo. Día del señor y eso. Se suponía que había que madrugar mucho para ir a buscar a Inés y Berta al aeropuerto, pero resulta que a no sé qué hora de la madrugada llaman para decirnos que ha habido un problema con la conexión y vienen por la tarde. Bueno, eso me cuenta Maite, porque yo no me he enterado de nada.

Duermo algo menos de lo que habría querido pero da igual. Me voy al Rajs. La idea es escribir y colgar unas cuantas entradas, aprovechando que es domingo y la mañana es relajada.

Llego cuando Dani y Conchita (Hansel y Gretel) están saliendo. Se van a currar al cole. Ética de trabajo –y lo demás son cuentos-. Pido que me configuren la conexión a internet. En cinco minutos, me dicen. Cinco minutos indios, claro porque aquello tarda una eternidad. Escribo. El hermano de Raj tira del cable, el ordenador se apaga y se pierde un buen cacho de trabajo. Me pongo a escribir sobre el documento recuperado y luego no se guarda. En fin, para mearse. Dos horas después –tras unas buenas charlas con Óscar, Isa, Pau(la) y Mónica-, consigo el internet, cuelgo algunas fotos (pero la conexión es muy lenta) y alguna entrada. De todas las maneras, aprovecho el momento porque sé que a partir de hoy, que llegan los voluntarios, ya no tendré tiempo ni para bostezar.

Maite y yo nos vamos a comer al barrio como en los viejos tiempos –al restaurante del Kabuli Nam-. Navratan Korma y cosas así, qué maravilla. Estos son los momentos bonitos, llenos de complicidad y bienestar, que hay que guardar en cajitas cerradas con llave.

Nos reunimos con Conchita y Ana. Hoy ingresan a Supriya para hacerle el cateterismo –mañana-. Un montón de información va pasando de un cuaderno a otro. La cantidad de documentación, entre informes y correos, que estas chicas generan es una barbaridad.

Alrededor de las cinco vamos hacia el hotel porque un grupo de ocho voluntarias tiene que estar llegando (aterrizaban a las tres y media). Maite y yo nos colocamos en posición de espera. Y esperamos y esperamos. Estas chicas no llegan. De todas las cosas que se pueden torcer en la India, ¿cuál será esta vez? Y nos dan las cinco y media y las seis ¿un atasco?, ¿retraso?, ¿problema con los equipajes? Y nos dan las seis y media y Maite y yo en la misma posición. Nos dan las seis y media. Hm. Y, a eso de las siete, por fin llega la expedición.

Risas, alegría ruidosa, besos y buen humor. El grupo ya ha venido hecho, bien compactado, desde Delhi. Buena cosa. Alba, Pilar, Silvia, Natalia, Karmela, Sara, Irene, Laura. Welcome to Kolkata.

Después de los trámites del registro (que hay que ver a los fulanitos rellenar tres enormes cuadernos, a mano, con los datos de cada uno) nos reunimos en la terraza del hotel para organizar un poco el trabajo de la semana, sobre todo del día siguiente. Algo más tarde llegan Óscar y Paula, que han ido a buscar a Berta e Inés al aeropuerto. Ya estamos todos.Somos 23, incluyendo a tres personas que se alojan en el Hilson, no participan en el trabajo de las mañanas –es decir, no madrugan-, se limitan al “ocio y cultura” (¿?) y hacen vida de artista.

Mientras el grupo se va al Jojos a comer algo y engancharse al teléfono, Alba y yo nos perdemos por las callejuelas del barrio musulmán, que está lleno de gente, ruido, luz y color, hasta que aparecemos en New Market. Ole.

Antes de volver al hotel a descansar, nos tomamos unos noodles callejeros con unos zumos (mango y lima con piña, respectivamente).

Que empiece el espectáculo.

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