Trabajar en
Calcuta es una lucha titánica. Mayor cuanto más organizado y planificado es el
trabajo. La Armada Invencible
hecha trizas en Trafalgar, vamos.
Un día hace un
calor terrible que no te deja ni respirar ni pensar; al día siguiente diluvio universal.
Un día llegas al cole y los niños que te vas a llevar al médico no están
preparados, están en clase, media hora de espera hasta que los llaman los
recogen; al día siguiente llegas y resulta que ya se los han llevado al
hospital y te toca salir corriendo detrás en un taxi a ver si los encuentras.
Un día te duele la cabeza, al día siguiente se te infectan las picaduras de
mosquitos de las piernas (como a Alba y Paula) y al otro tienes diarrea. Cuando
más necesitas la energía estás agotado. No te funciona el teléfono cuando lo
necesitas y cuando te funciona la otra persona lo tiene apagado.
Acabamos tarde
los talleres, hacemos tarde la reunión y empezamos tardísimo las actividades de
la tarde. Cuando el voluntario está listo para empezar, los niños no aparecen;
cuando los niños están listos para empezar, el voluntario está haciendo otra
cosa en otro lugar. Vas a comprar algo y está la tienda cerrada y cuando por
fin abren no lo tienen y cuando lo tienen hay que esperar una hora porque
tienen que ir a buscarlo a no sé dónde.
Te pones a jugar
al baloncesto y llueve. Organizas un torneo con equipos de otros colegios y
llueve –y se tiene que cancelar-. Vas andando al cole y a mitad de camino
llueve. Y cuando llueve los taxis desaparecen y es prácticamente imposible
encontrar uno y cuando encuentras uno es prácticamente imposible que esté libre
y cuando está libre el tío te pide lo que le da la gana –sabe que tiene la
sartén por el mango- y es totalmente imposible no tener ganas de partirle la
cara. De hecho, hay dos cosas especialmente difíciles de soportar en Kolkata:
el ruido y las ganas de pegar a los taxistas.
Las cosas
simplemente funcionan así todos los días. Necesitas una resistencia a la
frustración a prueba de bombas. A veces la India es como unos de esos trastos viejos y
oxidados que solo se pone en marcha si le das una patada. Y si todo esto
consigue minar tu moral y desesperarte, es mejor que busques otro perfil de
destino vacacional. Preferiblemente en el Mediterráneo.
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