martes, 11 de agosto de 2015

Martes 11. MAITE


Luego no me acosté tan, tan pronto porque estuve descargando vídeos de mi GoPro. Y fue una de esas noches raras en las que te despiertas y te medio duermes y te vuelves a despertar y miras la hora y dices qué coño estoy haciendo despierto a la una o a las tres o a las cuatro de la mañana. Una noche toledana. Y no pudo ser el estómago porque no cené. No sé. Lo que sí sé es que los mosquitos se pusieron las botas. O los bichos que fueran, no sé, pero me levanté acribillado.

Y hoy es el cumpleaños de Maite. Follow the leader…

Maite es la columna. Todo el proyecto va apoyado en su espalda. La ONG también. Y es una jodienda decirlo así, abiertamente, pero de la misma manera que ahora mismo si no está el brother, el orfanato se viene abajo, si no está Maite, Amigos de Calcuta desaparece. Así de crudito. Que lo sepan.

Maite es la columna vertebral y la materia gris. Es el totem. El oráculo. La supercomputadora. Maite, hay que llamar a no sé quién. Maite hay que resolver no sé qué. Maite, qué hacemos con esto. Maite y Maite y Maite… Y Maite siempre responde, manda las señales adecuadas a cada músculo para que la máquina funcione.

Maite casi siempre está cansada. A veces está enferma y a veces no. A veces no se tiene ni de pie. Pero como es una columna, lo disimula. No le cambia la cara (a no ser que la conozcas muy bien y puedas analizar los pequeños matices). Puede trabajar diez horas o quince al día. Le da igual, está aquí para lo que está. Para entregarse. A tumba abierta. Siempre hace que los engranajes estén en movimiento. Ha sabido apoyarse en distintas personas: Carmen, Chus, Maite, ahora Laura… pero es ella el motor de todo.

Hay días que se mimetiza con el Brother y responde con monosílabos. Además ha aprendido a hacer el gesto ese con la mano. La muñeca gira un poco a izquierda y derecha y los dedos hacen plim plim. Como diciendo, no me jodas. A veces, muchas, compartimos el tiempo en silencio y otras veces le apetece hablar y nos contamos mil cosas con toda la confianza del mundo. Porque Maite transmite confianza.

A Maite le cambia la cara cuando aparecen los niños y la abrazan y la llenan de risas. Es de la poquísimas personas que conozco que está más en su salsa que yo rodeada de niños.

Maite es, con toda seguridad, la persona más generosa que conozco.

Así que, ladies and gentleman, canten todos ustedes desde sus casas un cumpleaños feliz. Da igual que lo hagan en voz alta o en un susurro, pero hoy es el día de Maite. No lo olviden porque es una persona realmente especial para muchísima gente.

Y luego, otra cosa que me encanta de ella es que le gustan las celebraciones y la tontería más o menos lo mismo que a mí, es decir, una mierda, jajajaja. De hecho esta mañana la conversación del grupo de whatsapp fue algo como:

Felicidades, Maite. Felicidades, Maite. Felicidades, Maite. Felicidades, Maite. Gracias, chicas, os mando los turnos de trabajo para mañana… Jajajaaj. Esta es mi Maite.

LOVE YOUUUUU.

Y por lo demás, hoy tocó dermatólogo con Lidia y Patricia R. Como ayer la espera fue un desastre, hoy todos los niños estaban en el pasillo de la enfermería cuando llegamos. Con Manosi todo eso es posible. Corregir y corregir y corregir. Es el contacto indio, el punto de apoyo de la palanca.

Nos peleamos con los taxistas de Kobardanga, como todos los días, pero tienen la sartén por el mango –y lo tienen clarísimo- y nos clavan 500 rupias por un servicio que costaría normalmente 300 (y gracias) porque si no, nos quedamos allí, bajo el sol, con los siete niños. Valientes hijos de puta.

 
Aunque registrar a los niños y hacerles las fichas es un procedimiento lento y tedioso, luego el doctor es un tipo majo y va despachando a los niños uno detrás de otro con mucha fluidez, con lo cual, acabamos relativamente pronto. Lo malo es buscar la medicación. Por cierto, tenemos algún caso de sarna, jajaja, así que tenemos que comprar tratamiento de momento para todos los niños de la misma habitación (13). Mandamos a Lidia con las pequeñas al cole y Pat y yo nos vamos con las recetas a una farmacia, a dos, a tres… así hasta ocho. Llegamos tarde a comer, pero al final conseguimos todas las medicinas y tratamiento antisarna para ocho niños, menos da una piedra. A todo esto, a falta de cinco minutos, nos cae un chaparrón que nos empapa a lo bestia (con paraguas y todo…).

El taller de hoy es construir un móvil. Hay pocos niños, no sé por qué. Como traigo unas bolsas con pequeños abalorios de plástico, los niños acaban haciendo cosas como pulseritas y collares, jaja, pero al menos están entretenidos y muy concentrados. Creo que soy el único que hace algo parecido a un dreamcatcher.

Maite está de hospitales, entonces no hay reunión y volvemos a Kolkata.

Por el camino me río un rato con Víctor, como casi todos los días. Un día los fulanos entrando a presión en el metro con el culo por fuera de la puerta. Otro día las risas con la manera que tienen los indios de pegarte la cebolleta a poco que te descuides. ¿Por qué se creen ustedes que voy siempre con la mochila a todas partes? Crea un pequeño escudo de seguridad anticebolletas. Otro día –hoy- con las carreras del rickshaw y los Fast and Furious, jajaja… que si se vienen a Calcuta a rodar, se dan la gran hostia a los diez minutos y se acabó la peli, jajajaja. (¿Qué pasa, the rock, no hay cojones para venir a hacer carreritas a Calcuta, no?).

En fin, colada, ducha, un poco de escritura (la primera mitad del post) y me voy a buscar comida, un egg roll, para cenar juntos ya que es un día especial.

Cada uno va llegando a la hora que le sale de los huevos y acabamos cenando en la tercera en lugar de en la terraza, que está mil veces mejor pero bueno, terminamos la velada cantando el cumpleaños feliz, haciendo moñaditas y muertos de la risa.

Es lo que tiene un grupo con química.

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