miércoles, 6 de agosto de 2014

Miércoles 6. LITTLE PRINCE


Me despierto alrededor de las seis, un poquito antes que el despertador. Aprovecho para ducharme y hacer la colada que no hice ayer. No me abandona la sensación de agotamiento. Desde el primer minuto del día.

Desayunamos a las siete de la mañana. Irene (juventud, divino tesoro) también está enferma hoy. Marta sigue sin poder ni salir de la habitación. Ok, ya nos arreglaremos, además no tengo fiebre (toquemos madera).

Llegamos al cole más que puntuales. Me toca dentista con Pilarica y Laura. Nos llevamos siete nenes.
 

 
Intentamos, en vano, que los taxis nos vengan a buscar aquí. Al final, nos toca lo de siempre, coger a los niños, llevarlos hasta Kobardanga y buscar taxis. Salimos a eso de las nueve. A las diez y cuarto aún no tenemos taxi (aunque los de oculista ya, por fin, han conseguido salir). El arte de perder el tiempo en la India. Y gracias que no está diluviando.

Hago el truco del indignado, me voy donde están los fulanitos que coordinan la parada de taxi –o lo que sea- y les vocifero un rato (esto es una p… vergüenza, da asco, llevamos aquí más de una hora con un montón de niños, ¿es para cuándo? ¿para mañana?...). Lenguaje verbal, lenguaje corporal, la mirada de la muerte… el paquete completo. Luego viene Laura, todo apurada y me dice algo como tranquilo, que seguro que viene alguno. Y yo, tía que es cuento para que se den maña… jajajaja y me dice, ah, vale, pues sigue entonces un rato… jajajaja

 

Bueno, el caso es que empiezan a llamar por teléfono, otro sale a la carretera a parar los taxis por mí, que no me preocupe, que se ocupa él… Laura y Pilar salen primero con un niño y dos niñas. Como diez minutos más tarde consigo salir yo con dos niños y dos niñas.

 

Uf. Llegamos al dentista a las once (calor insoportable, ruido, atascos, los niños medio mareados…). Laura y Pilar no están. Ya empezamos. A saber dónde se las han llevado. Los niños están tranquilos leyendo y descansando. Después de un rato largo, como 15 o 20 minutos, llega el resto del grupo. Efectivamente, el taxista se ha perdido y les ha mandado al quinto coño y han tenido que dar la vuelta… rutina, vamos.

Los niños se portan bien, aguantan como jodidos espartanos las torturas en el sillón del dentista. Ni un grito. Ni una lágrima. A Rohit le arrancan una muela. En un momento dado, ponen la tele en la sala de espera y se quedan pegados, boquiabiertos, viendo los videos horteras de Bollywood. Guay. 8500 rupias (un poco más de 100 euros los siete niños). Vuelta a casa.

Paramos un taxi y Laura y Pi se van con cuatro esta vez. Me quedo con tres, así le compro el helado a Rohit (ya que se lo ha dicho el médico por lo de la extracción…) y también un par de medicamentos. La farmacia la encuentro pronto, pero el helado nos obliga a caminar un buen rato. Sin embargo, el taxi… uf, qué odisea. Qué puñetero horror. Cuando, después de muchísimo esperar, se para uno me dice que es que tiene que irse a comer, otro te dice que no sabe dónde está Kobardanga, otro te dice que son 300 (y le respondo que tenga dignidad, jajaja)… En fin, para volverte loco.

Al final un fulanito me dice que 120 y le digo que 150 si me lleva al cole. Menos mal. Los niños se quedan dormidos en el coche a los cinco minutos, como casi siempre. Están muertos.

Llegamos tarde, las 14.30 h, pero bueno, me da tiempo a comer y llegar a la sesión de coro con las pequeñitas. Dan una guerra de mil demonios, pero la cosa cada vez va saliendo mejor. Progresamos. A las 16 h, taller. Como no está Marta, me ocupo yo solo (ya por el patio algunas niñas me preguntaron si hoy habría taller porque como ayer no estuve…).

Les cuento así por encima la historia del principito y la verdad es que se quedan embobados escuchando. Nos hacemos los dibujos y selecciono los dos párrafos. Gracias a la ayuda de Silvi que me deja su principito imprimido porque mi pendrive con todos los archivos dentro lo tienen los médicos (espero). Aunque un dibujo queda sin acabar de colorear, la cosa sale bien. Espero que mañana podremos dejarlo bien terminado.

Hoy era el día de Chus. Finalmente es suya la idea del libro del principito. Lástima que no esté aquí porque habría disfrutado especialmente. Por cierto, Pinki sigue preguntando por ella a los voluntarios. Necesita comprender por qué Chus ya no viene. Y lo pregunta muy muy seria y mirándote a los ojos… Ay.

Mini-reunión. Me voy a comprar agua (estoy al borde de la deshidratación). Sesión de coro de los mayores. Me bebo tres cuartos de un trago. Uf. Aunque hoy andan bastante revueltos y desconcentrados, avanzamos a buen ritmo con ellos. Todo lo que les vamos enseñando lo incorporan rápido.

Ya en Calcuta me bebo el resto. Aún tengo sed. Vemos un rato a Pinku. Pillo otro pañuelo de los largos. Me compro más incienso anti-mosquitos. Cambio algo de dinero. Ceno en el jojos, aunque no me apetece nada. Y con el grupo de indios vociferando al lado, mucho menos.

Se nos hace tarde.

Nos retiramos.

Lavo y me lavo.

Y escribo.

Y son las doce.

Coño.

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