A las seis, arriba. El día está
nublado, fresco, lluvioso. A las seis y media, desayunando en el Blue (que
acaba de abrir). Como tenemos prisa, tardan como 20 minutos en servirme el
pancake y luego el tren llega con retraso. Moni está como un flan y se sube por
las paredes, como siempre. Sin embargo, no llegamos tarde. Tengo mucho sueño.
Los niños están uniformados. Se
nota en sus ojos que es un día especial. Happy Independence Day, te va diciendo
todo el mundo. Hacemos un mini ensayo diminuto con las niñas pequeñas. Los niños
van formando en filas por cursos y sexo. Se alza la bandera. Se canta el himno.
Las chicas me vuelven a hacer la de “hablas tú, que hay que presentar el
concierto y eso”. Se suponía –es lo que nos habían dicho- que cantaríamos en la
gran sala del interior, sin embargo, después del himno nos dicen que ya podemos
cantar, allí, en mitad del patio (en mitad del charco). Otra calcutada. Cojo el
micro e improviso una presentación. Los niños/as mayores salen y se colocan y
tienen más miedo que vergüenza (que también), así que cantan para el cuello de
sus camisetas. El poco sonido que sale de sus gargantas se pierde en el patio.
Guay. Salen las pequeñas, cantan una canción juntos y los mayores se van. Las
chiquitinas se defienden algo mejor. Les cuesta la primera pero se sueltan un
poco más en la siguiente. En fin.
El día de la independencia es un
día de exaltación nacionalista (y con el señor Modi, nacionalista radical, de
primer ministro, con más motivo). Nunca acabo de saber si nacionalismo se
escribe con c o con z. (Bueno, en el caso de Israel, sí lo sé). Muchas
banderas, mucho discurso arrebatado, como el del director del cole (el imbécil
que le gritó a Rajú), que sostiene que la economía del país ya ha sobrepasado a
la de estados unidos (hundidos?) y la de China. El fulano les dice a los chicos
que el bien del país es lo más importante, mucho más que ellos mismos. Lo que tú
digas.
Se recitan poemas, se hacen
pequeñas representaciones y un par de danzas. Al final, se van los mayores y se
quedan los niños pequeños cantando, jugando y bailando un rato. El momento más
divertido del día. Muchos pequeñitos se me van acercando y me agarran la mano y
se ríen y me abrazan fuerte. Es como si me estuviesen diciendo, reloj, no
marques las horas. Pero el reloj marca las horas. Nos replegamos. Afuera se está
pensando si llueve o no. Un rato sí, un rato no.
Aprovechamos para clasificar y
colocar en cajas todo el material escolar que nos sobra: pinturas, bolis,
rotuladores, papel y demás. Allí queda. Supongo que le darán buen uso. Moni,
Mai & me hablamos un rato con Manosi. Está preocupada por el tema del
director, le parece una especie de militar sin tacto alguno con los niños.
Quiere que mediemos con el bro pero Mai considera que está lejos de ser un
asunto en el que podamos/debamos intervenir.
La mañana pasa perezosa. Estoy
muy cansado y sigo teniendo mucho sueño, así que, como lo que resta de hacer
durante el día es poner una peli después de comer, decido volverme a Calcuta.
Desconexión emocional, segunda parte. Me vuelvo con Pilar, me como un plato de
pasta con queso en el Au Bon Pain, pongo un poco de orden en la habitación y
duermo como cuatro horas (una siestecita de nada, vamos). Afuera ha caído un
buen chaparrón. Así a lo tonto es el primer día, desde ese 26 de julio que
llegamos, que no sudo.
A las ocho de la tarde me viene
a buscar Pilar. Necesita la maleta porque se está organizando todo el material
para mercadillos que se ha comprado. Un montón de maletas llenas de pañuelos,
pantalones, camisas, elefantes, bolsos, colchas, pulseras y cosas así. Material
para ir sacando algo de dinero a lo largo del año.
Nos pedimos unas pizzas en pizza
hut (comida para turistas y un borrón en mi currículum, que este año ha sido bastante
patético). Como sigue diluviando, no podemos comer en la terrraza, así que
quedamos en el salón del tercero. Pasamos un rato divertido, sobre todo cuando
David nos ha contado los poltergueist que le suceden en casa (el fantasma Fede)
y Oscar nos ha contado su terrorífico terremoto nocturno en Roma (se pensaba
que eran unos espíritus que venían a buscarle). Rostros cansados y sonrientes. Un
rato de relax, casi una despedida ya.
A eso de las diez y media, el
fulanito simpático se ha puesto a apagar luces de manera no especialmente sutil.
Hora de irse a la habitación.
He decidido no hacer más
coladas, así que me ducho (y el agua fría me cae rara un día en el que no he
pasado calor) y me pongo a escribir.
Mañana todo acaba.
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