sábado, 2 de agosto de 2014

Sábado 2. DA WALKIN' DEAD (Segunda parte)


La noche es horrible. Me despierto a eso de las tres de la mañana con dolor en todo el cuerpo. Ya no sé cómo ponerme. Una pura agonía. La tabla mata. A eso de las cinco de la mañana lo dejo por imposible y aprovechando que es de día me siento en la tabla a leer bajo la mosquitera.



Hay movimiento afuera, gente que se levanta, va a la fuente, se asea… A las siete Shibu nos llama. Ya está preparado el té. Moni y Mai se hacen las remolonas todo lo que pueden. Moni ha dormido bien pero Maite no ha pegado ojo. También la tabla la ha matado. Y la fascitis.

Nos cuesta ponernos en marcha. Estoy más cansado que un perro. No tenemos energía para movernos. Me pego un agua en la fuente. Me siento a leer mientras Moni & Mai trabajan en el ordenador. Estoy en modo “ahorro de energía” total. A eso de las nueve nos traen una bandeja de comida (del estilo a la cena). Nos miramos como diciendo esto es inviable… Comemos lo que podemos pero realmente ya haciendo de tripas corazón, ya que se molestan tanto por nosotros.

No puedo con el alma, así que cojo una esterilla y me tumbo en la tabla como unas tres horas. A ratos leo, a ratos duermo. Bienvenido a tu agotamiento. Los médicos llegan tarde, como a la una. Parece que ya están entre bien y bastante bien, que no es poco. Le decimos a Sibu que nosotros tres no comeremos (sobre todo porque nos toca meternos otro tocho de horas en la furgo a penar).

Antes de irnos, ese embarazoso momento de todos los años: la ceremonia de la despedida. Nos meten en una de las salas, nos sientan, nos regalan flores. Pequeños discursos: volved a vernos, por favor, no nos olvidéis. Mai decide que soy yo el que va a hablar. Muchas gracias por vuestra hospitalidad y todo eso. Conch también habla. Uf. Momentazo este de la despedida… repartimos apretones de manos, besos y abrazos y nos metemos en la furgo.


El viaje de vuelta es aún más desagradable que el de ida. El calor es asfixiante (sobre todo el que sale como por debajo del salpicadero y me abrasa los pies. A medida que nos acercamos a Calcuta vuelve el ruido, el caos, el mal olor. Noto cómo poco a poco me va subiendo la fiebre. Para cuando llegamos, lo único que queda de mí es un zombi. Un perro zombi, quizás.

Dejo a las chicas en el primero y llego hasta mi habitación tambaleándome como un borracho. Tan agotado que ni siquiera me llegan las fuerzas para tomar un paracetamol antes de caer desmayado en la cama. Floto en el país de Oz. Después de una hora consigo volver a duras penas, me tomo unas galletas saladas y el paracetamol y vuelvo a sumergirme en mi fiebre, esta vez con música de Pink Floyd de fondo. Tremendo. Estoy empapado de sudor. No sé si estoy dormido o despierto. Flipo en colores. Pero poco a poco el medicamento va haciendo efecto.

Llegan Moni y Mai con Laura e Inés, recién llegadas. El zombi empapado que las recibe habla un poco con ellas. Como me voy recuperando, lavo la ropa, me ducho con agua fría y me pongo a escribir.

En la segunda visita de las chicas –me traen plátanos- ya se encuentran otra cosa y se quedan más tranquilas.

Son las once. Hora de conectar, colgar todo esto y dormir. Veremos qué nos depara el día de mañana. (Por cierto, llevamos una semana aquí y aún no hemos visto a Antonio…)

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