Se acaba la semana. Vamos a ello
en plan kamikaze, con todo (lo poco) que nos queda en el depósito. De nuevo
operación rasca y gana (rasca la pared y gana un dolor de espalda, por
ejemplo). Hoy me acompañan David –que tiene la diarrea casi bajo control-,
Pilar C. (señor, sí, señor) y Javi (juventud, divino tesoro). Por cierto, Irene
ya está bien y hoy ya va al cole. Con la sonrisa intacta, por cierto, lo cual
es una bendición.
Hemos quedado una hora más
tarde. Tampoco tiene mucho sentido madrugar para estar un par de horas rascando
paredes. Así que allí estamos los cuatro, desayunando. Listos para la paliza.
Hoy es uno de esos días
nubladitos. Miras al cielo y dices hoy el monzón se va a quedar a gusto. Y efectivamente,
nos pilla el chaparrón en pleno viaje en rickshaw. El tío nos pone los plásticos
laterales y convertimos el chisme en una sauna. Y me digo yo que somos unos
privilegiados, ¿conocen ustedes mucha gente que se vaya al spa antes de ir a
trabajar? En fin, a los cinco minutos estamos como tomates en un invernadero,
no ya chorreando, sino fermentando, así que corremos los plásticos y si hay que
mojarse, pues nos mojamos.
Tengo que reconocer que después
del palizón de ayer, el de hoy no me ha parecido tan duro. Como si el cuerpo te
dijera esto ya me lo conozco, ¿no tienes algo más jodido? Sudo como uno de esos
grifos que, te pongas como te pongas, no paran de gotear. Mientras rasca-rasca,
plic-plic y así durante dos horas. Mis compas van a saco, igualmente. Jodidos
espartanos... Hoy hemos acabado una habitación bastante pequeña y hemos hecho
un trozo de otra. Continuará.
Nos duchamos. Duele la mano.
Duele el hombro. Duele la espalda. Nada nuevo, vamos. La cantidad de mierda que
sale es algo digno de ver. Sigue diluviando ahí afuera. El campo de deporte está
inundado.
Tenemos un rato para decir hola
en la enfermería y sentarnos un rato a jugar con las chiquitinas que andan
pululando por ahí. Una delicia.
Por cierto, ayer se me olvidó
decir que hubo huelga de taxis y aún así Silvia se consiguió llevar a los niños
al oculista y volver. Un verdadero milagro. Y, más difícil aún, Moni consiguió
ir al Apollo Hospital a dejar un cheque y volver (a base de empalmar autobuses…).
Hay que ver qué desenvuelta es la gente.
Hay gente con la garganta
regulera, flirteando con la fiebre. Una de las trampas de Calcuta, como ya he
dicho alguna vez, son los aires acondicionados. Entras empapado al metro, te
toca vagón con aire acondicionado y castañazo. Entras empapado al hospital
(cualquiera de ellos) y zas, bofetón de aire acondicionado. Así funciona esto.
Parece que vuelve a estar todo
el grupo junto. Hay mucha gente cogida con alfileres (Isa, Óscar, Pilar,
Silvia, Inés, Carmen, Marta…), pero ahí están, al pie del cañón. El camino del
samurai y todo eso. Pilarica me encanta; le preguntas qué tal va y te dice muy
bien, he tenido que pegarme dos carreras al baño que casi no llego, pero bueno,
muy bien. Este país nos endurece tanto que a veces me entra la risa. En todo
caso, el cansancio se ve claramente en la cara –sonriente, sin embargo- de todo
el mundo.
Comemos, cantamos con las
chiquitinas, hacemos los talleres (hoy nos toca hacer máscaras con platitos de
cartón). El tiempo se pasa volando. Ya llevamos dos días que nos dan las cinco
y media y no hemos empezado a recoger, jaja.
A la hora de la reunión, uno de
los niños mayores (Rajú) se desmaya y tiene un ataque epiléptico. Conch y Mich
lo atienden y salen disparados al Apollo (en un rickshaw!!!). Una manera
curiosa de despedirse de Calcuta (se van mañana por la mañana prontito).
Mañana, tregua. No hay actividad
por la mañana; se pensaba poner vacunas pero al final se ha cancelado. Podremos
dormir y mirar al techo cuando nos despertemos. Y los medio enfermos podrán
recuperar fuerzas. A las tres de la tarde, nos pondremos a preparar una gincana
que comenzará a las cuatro. Ya veremos si está diluviando o no, que esa es otra…
Y un nuevo ensayo con el coro.
Moni tiene la voz un poco rota, pero aguanta el tirón, como siempre. Hay que ir
preparando repertorio y concretando cositas porque el viernes (que es fiesta)
actuaremos en el cole. ¿Un poco de estrés? Quizás.
Y volvemos. Sigue diluviando.
Maite está agotada, necesita descansar y dormir y descansar más. Yo estoy de
viernes, es decir, no cuenten conmigo. Me voy a mi habitación. Mañana, a
improvisar.
Que guapos los niños , ya veo que estais agotados , que palo al cuerpo a ver si pasa pronto el tiempo
ResponderEliminar