13 de agosto.
Arranca la segunda semana. Ay, qué rápido pasa todo esto.
Ay. Ay.
Mañana relajada con desayuno-bruch en Raj’s. Café, cinnamon
roll, nutella pancake, bruschetta (unas rebanadas de pan tostado con daditos de
tomate natural y aceite). Raj’s sigue siendo el centro neurálgico de la
actividad del voluntario –sobre todo del español-: comemos (bueno, yo solo
desayuno de vez en cuando, paso de comer comida que no sea india), cambiamos
dinero, encargamos viajes, vamos a Internet… tú te sientas allí y más tarde o
más temprano te vas encontrando a todo el mundo.
Como he estado perezoso no he escrito mi entrada del día (de
ayer). Trabajo pendiente, pues.
Me voy con Glory Glory (aleluya) y con Antonio al New Market
porque ella tiene que sacar dinero. Aprovechamos el viaje para ir a comprar
especias. Nos lo pasamos super pipa allí sentados mientras bajo nuestra nariz
van desfilando tarros de especias maravillosas. Genial. Me gasto mil y pico
rupias en cuatro cositas contadas. Glory se va a las mil seiscientas. Vaya
vicio. Antonio es de traca, para ser sordomudo no para de hablar, jaja, hace
como de guardaespaldas, no pierde detalle de nada, nos lleva acá, allá, no deja
que se nos acerquen, no deja que nos timen. Un ángel de la guarda, vamos.
El grupo ya está reunido, listos para irnos al cole. Nos
bebemos unos zumos de lima, preparados en la calle. Hmmm. Qué ricos.
A Chus y a mí nos vuelve a pasar lo del viernes. Queremos
comenzar el mural y el muchacho que tiene que dibujarlo se va al médico. Hay
que joderse. El viernes se fue al traumatólogo porque tiene una lesión en un
hombro (de hecho, le tienen que operar y la operación costará unos 1500 euros,
una cantidad astronómica en la
India). Hoy le toca ir al oculista.
Cogemos a los muchachos y pintamos un fondo amarillo para
uno de los dos murales que haremos. Mañana habrá que comenzar con el otro.
Espero que queden bien. Los colores de la vida. Somos un poco desastrosos con
las pinturas, al final me paso más tiempo limpiando que pintando. Mientras los
chicos están pintando, Chus hace pulseras con las niñas. Más colorines.
El coro sigue siendo un carro del que hay que tirar.
Paciencia y más paciencia. Los chicos cada vez llegan más tarde. A diferencia
del año pasado, cuando acaban los talleres, a eso de las cinco, se van a
merendar, por eso este año nos cuesta mucho arrancar la actividad de después.
No aparecen los niños, no aparece la llave de la sala donde Moni guarda el
teclado. A eso de las seis menos cuarto empieza a aparecer algún niño, pocos.
Ninguna niña aún. Aparecen las p… llaves.
Cuando queremos arrancar ya son las seis. Le damos caña.
Comenzamos con el Singabahambayo, una canción zulú muy mona. Los muchachos las
pasan canutas con la letra (normal) pero al cabo de un rato la cosa empieza a
sonar. Nos da tiempo a cantar un par de ellas más y cuando los chavales están
ya como pez en el agua hay que irse (la actividad tiene que acabar a las seis y
media). Protestan, quieren seguir cantando. Así es la vida, majos. Mañana venís
más pronto.
Marta, Antonio, Alba y yo volvemos en taxi desde la estación
de metro porque a Marta no le dejan meter la maleta (el maletón) que se había
llevado al cole con material.
Me da tiempo a pasar por el hotel a ducharme (urgentemente).
El plan es comprar comidita rica por los puestos callejeros
del barrio musulmán y subir a la terraza del hotel a cenar pero como se pone a
llover hay que cambiar de plan una vez más (el pan nuestro de cada día). Nos
vamos once voluntarios al bengalí que está cerquita de Sudder y nos ponemos a
comer con las manos. Bueno, con la mano derecha. Siempre me ha hecho gracia la
cosa. Te ponen el plato de arroz, con una cuchara le echas lo que hayas pedido
(lentejas, patata, o lo que sea), lo mezclas con los dedos y te lo vas llevando
a la boca. Si a mí me hace gracia, a los indios les hace más gracia aún. Se
parten viéndonos comer. Claro, es que es pa’ verlo, jajaja. La comida está
riquísima y pagamos como un euro cada uno. Bueno, a mí se me ocurre darle un
mordisco a una guindilla (el camarero me mira con los ojos muy abiertos) y me
paso media cena con la boca dormida, jajaja.
Cuando le decimos a Pilar que las cucharas son solo para
servir y que tiene que comer con la mano nos mira como diciendo estaréis de
coña, ¿no?, sin embargo, al rato está a ello y se lo come todo sin rechistar.
Pilar machine. Si el año pasado le cayeron catorce mil broncas (mías) por no
ser capaz de adaptarse a nada, este año se ha transfigurado. Ríete tú de la
metamorfosis de Kafka. Se ha quitado el disfraz de pollito aterrado y va a
saco. Come de todo, pasa de tener miedo, no se queja y lo aguanta todo. Al paso
que vamos, el día menos pensado nos estará poniendo como una vela a todos.
Jajaja. Si quieren ustedes apuntarse al club de fans, contacten conmigo, que
soy el presidente del consejo de administración.
Después de la cena, un yogurcito (qué gran éxito de crítica
y público) y a la habitación. Lavo ropa, escribo un poco y me dejo llevar por
el agotamiento. Uf.
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