16 de agosto.
Toca dermatólogo. Madrugamos y desayunamos en el Blue. A
Alba y Pilar les duele el estómago y apenas comen nada. Mal rollo.
Llegamos al cole a eso de las nueve. Primero nos dicen que
no podemos salir hasta las doce. Luego que a las doce y media. Hablamos con la
manager y le decimos que no puede ser, que hable con el Brother. Más tarde nos
dice que vale, que los de derma nos podemos ir pero que los niños del dentista
tienen examen. Al rato nos dice que han llamado del hospital, que el
dermatólogo se ha tenido que ir por una urgencia y que hoy quedan canceladas
las consultas.
Todos los diálogos con los responsables son diálogos de
besugos totales. ¿Qué hacemos con el dentista? Que si hoy a las doce y media,
que no que el dentista cierra a mediodia, que si mejor por la tarde, entonces
qué coño hacemos con los talleres, que si mejor mañana todos a las doce de la
mañana, pero ¿no habíamos quedado que cierran a mediodía?, que no, tonto, que
se dan mucha prisa… Agg. A medida que avanza la cosa me voy desconectando más y
más hasta que acabo poniendo el protector de pantalla.
Hoy hace un calor de esos que te desguazan en diez minutos
–si aguantas hasta ahí-, no nos queda otra que sudar y sudar mares salados. Una
sensación muy familiar, por otra parte.
La mañana va avanzando y no sucede nada. Vida contemplativa.
Estamos muy lejos para ir a ningún sitio y luego volver. La mañana es, pues, un
puto desastre. Nos pasamos un rato tirados aquí, un rato tirados allá, como los
perretes, juego un poco al badminton con Moidul, sudo y sudo y lo dejo justo
antes de empezar a ver lucecitas blancas, me da la bajona de la muerte, bebo
agua, descanso, resucito y me voy a jugar al baloncesto y sudo y sudo y lo dejo
justo antes de empezar a ver lucecitas blancas, tengo la impresión de que me
voy a morir y bebo agua, no me muero y bebo un poco más y me paso un rato
tirado aquí y otro rato tirado allá, como los perretes. En fin, muy cíclico
todo.
Dedicamos un rato a ordenar la sala de material y otro rato
a echar un ojo a las fichas médicas de los niños, en la enfermería. Revisamos
las del oculista sobre todo.
Entre el calor, el desconcierto y el aburrimiento pasamos
una mañana mortal de necesidad. Menos mal que las chicas se van recuperando
Comemos pronto y nos echamos una siesta reparadora. Tirados
en el santo suelo, como siempre. El taller comienza a arrancar en serio, los
murales empiezan a tomar forma y a llenarse de colores. La verdad es que muchos
de estos chicos están llenos de talento y sensibilidad y resulta realmente
placentero ver como los despliegan como si fuera la cola de un pavo.
Un balón de baloncesto perdido hace su aparición y se lleva
el bote de pintura verde, cuyo contenido queda desparramado por el suelo. Chus
y yo nos cagamos en todo. Metafóricamente hablando, ¿eh?, que lo de cagarse en la India es un negocio muy
delicado. Pasamos casi más tiempo limpiando que pintando. Aún así, en medio del
caos, todo avanza. Otro milagro. Sigo sudando y sudando. No sé dónde está mi
límite.
Ensayamos con el coro. Hoy no dejamos merendar a los niños y
empezamos pronto, a poco más de las cinco, por fin. Se nota que es el “ensayo
del día de antes”. Los chicos están más serios y concentrados y el ensayo no
sale nada mal.
De vuelta en Sudder, me voy a imprimir y fotocopiar los
programas de concierto. Tardo como tres cuartos de hora. Velocidad india,
vamos.
En el Raj’s hay una tipa hablando a voces por teléfono.
Además de ser gilipollas se lo hace. No sé si reírme o llorar, qué vergüenza,
por dios. Españoles por el mundo (haciendo el moñas, claro). A veces ser
español es una desgracia.
Como es el cumpleaños de Gloria, comemos unas patatas fritas
y nos bebemos algo en el Hilson. Estoy mucho más muerto que vivo (dónde va a
parar) y mañana nos recogen en el hotel a las seis de la mañana
Retirada.
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