15 de agosto.
Hoy no hay que madrugar y me lo tomo al pie de la letra.
Desayuno en Raj’s con Alba, Lorena y David. Moderado, por una vez, que queremos
ir luego a comer al Haldiram. Comienza el diluvio, de los que vienen con efectos
especiales, vamos. Percusión líquida. Se nos corta el rollo y nos toca esperar
un buen rato antes de poder salir a dar un paseo. Aprovechamos para ir al
Hilson a ver cómo están las renqueantes. Les toca a Sole (que se apunta a
todas) y Marta. Hoy estrenan Avatar en la tele y están tiradas en la habitación
viéndola con Blanca y Esther, que decide no ver el final de la peli y se viene
con Alba y conmigo a dar una vuelta aprovechando que ya ha parado bastante el
diluvio.
Caminamos los tres como una hora y pico hasta llegar a
Kalighat. Después de usar el paraguas para la lluvia pasamos a usarlo de
sombrilla porque en un abrir y cerrar de ojos sale el sol y pega que te mueres.
Clima bipolar (siempre agobiante, eso sí, que no le costaba nada ser un poco más
“polar”). Paseamos por el barrio, vemos
el mercadillo y el templo –por fuera-. Los alrededores del templo de Kali,
donde se encuentra el primer hogar que fundó la Madre Teresa (no nos interesa), siempre me ha parecido
un lugar muy especial, muy indio, aparte de ser un foco de prostitución, con
todo lo que ello conlleva.
Esther vuelve al hotel y Alba y yo, a eso de las cuatro de
la tarde, pasamos por la divertida aventura de comer en el Haldiram. Recuerden:
una especie de enorme y colorido restaurante de comida rápida que siempre está
abarrotado de gente india, afortunadamente no se ven guiris por allí -aparte de
mí, claro-. Tienen también un enorme mostrador lleno de chocolates y dulces de
todos los colores y muy buena pinta y una trasera con una especia de cafetería
pastelería. Llegas a la caja, pides –aunque no entiendes gran cosa de la
carta-, pagas y te dan un ticket cortado en trocitos. Cada uno de ellos
corresponde a un mostrador diferente –hay como siete o así- donde recoger el
pedido. La bebida en el mostrador A, la samosa en el C, la dosa en el H, el
postre en el G. Una cosa así, vamos. Una aventura dentro de la aventura es
encontrar mesa. La comida es sabrosa y divertida, toda una experiencia. Nos
ponemos como el quico, por cierto.
Volvemos al centro neurálgico –Sudder Street-, nos
encontramos con gente, compramos algo en el super, vemos alguna tienda y
acabamos dando una vuelta por New Market, el mercado hormiguero, una estructura
llena de pasillos laberínticos en los que me pierdo a la primera. Menos mal que
siempre hay alguien que te lleva donde quieres o te saca a la calle.
Reunión en Hilson. Mañana madrugo para ir al dermatólogo.
Maite nos dice a Mónica, Karmela y a mí que en el cole han pedido una actuación
del coro para que la puedan ver los profesores y demás personal del centro, que
no estarán el día del festival. Será el viernes a las ocho de la mañana. Ole.
Me retiro relativamente pronto al Sunflower para poder lavar
y escribir un poco, que arrastro un retraso tremendo. Una vez más.
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