lunes, 20 de agosto de 2012

EN BRAZOS DE LA FIEBRE (como dice la canción)


19 de agosto.

Me levanto a las ocho. Me voy a desayunar. Camino sobre algodón y noto toda la piel hipersensible, como si latiera. Me duele la garganta. Hoy Alba, Elena y David recogen sus cosas y hacen el check out del hotel porque por la noche se van a Darjeeling. Me voy quedando medio sobado por todas partes, como una marioneta con los hilos cortados. Alba me consigue más ibuprofeno y cuida de mí. Consigo bajar la fiebre y después de descansar un buen rato nos vamos al cole a eso de las dos. Afuera no para de llover.

Hoy es el día de la merienda de despedida. Un David (no el que se va a Darjeeling con Alba y Elena) está enfermo y tiene que cancelar de momento su viaje. Gonzalo también ha vuelto a caer. Además, hay como cuatro o cinco voluntarias con diarrea. El negocio del siglo, vamos. Nos habíamos comprometido con el Brother a organizar un partido de baloncesto entre voluntarios y los chavales del equipo, pero entre la lluvia y nuestro estado parece que no va a poder ser.

A los enfermos nos echan de la cocina. Nos tiramos en el comedor. Voy a comprar agua, ayudo a preparar las bebidas y esas cosas. Me tomo otro ibuprofeno y le digo al Brother que a lo mejor jugamos después de la merienda. De perdidos al río.

Los chicos se lo pasan pipa. Les hemos preparado sándwiches de nutella, patatas fritas, galletas y refrescos. Toda una fiesta para ellos. Lo complicado es organizarlo para que no sea un desmadre y más o menos lo conseguimos porque les hacemos pasar al comedor en fila. A medida que van entrando les damos el sándwich y la bebida y luego, por las mesas repartimos las galletas y las patatas. Las niñas mayores no vienen, así que sale una expedición para llevarles algo a su “casa”.

El Brother pregunta una y otra vez si vamos a jugar. Me cambio de ropa, me calzo las botas de baloncesto y me voy a la cancha. Al final solo estamos Natalia –renqueante-, Silvia –como una moto- y yo –de lo mío-. Los demás, o no se tienen en pie (porque se cagan encima más que nada) o están en casa de las mayores. Proponemos hacer equipos mezclados y nos ponemos a jugar. Tiempo tendré para descansar cuando me muera. Estoy agotado, el suelo está mojado como una pista de patinaje y el balón resbala pero por un momento esto se parece mucho a la felicidad. Corremos, saltamos, y disfrutamos como niños, los que lo son y los que no lo somos. Afortunadamente, se pone de nuevo a diluviar y dejamos de jugar antes de que me desmaye en mitad de la cancha, jajajaa, qué suerte.

Llega el momento de la despedida. Algunos lo llevan mal y otros fatal. Ay. Para mí es distinto porque todavía me quedan unos días. Menos mal.

Ya en Calcuta, quedamos en el Fairlaw, un lugar estúpido, o chic, que es algo parecido, con una terraza en la que los guiris pueden beber cerveza –a precio de champán- mientras fuman. También se puede ver algún grupo de indios ricos que se quieren dar aires de supermodernos. Definitivamente, odio este lugar, no tengo nada que ver con él.

Me despido de la gente que se va y me voy al hotel. Lavo un poco, me ducho, escribo hasta donde me llegan las energías y antes de las diez ya estoy dormido.

1 comentario:

  1. ohhhhhh my darling

    recupera energía y dosifica, "that is the question".
    Cuídate mucho ( ya sé que las niñasssssss te miman y te cuidan también) que la vitalidad y la energía son necesarias para seguir en la brecha.

    besines

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