19
de agosto.
Me
levanto a las ocho. Me voy a desayunar. Camino sobre algodón y noto toda la
piel hipersensible, como si latiera. Me duele la garganta. Hoy Alba, Elena y
David recogen sus cosas y hacen el check out del hotel porque por la noche se
van a Darjeeling. Me voy quedando medio sobado por todas partes, como una
marioneta con los hilos cortados. Alba me consigue más ibuprofeno y cuida de
mí. Consigo bajar la fiebre y después de descansar un buen rato nos vamos al
cole a eso de las dos. Afuera no para de llover.
Hoy
es el día de la merienda de despedida. Un David (no el que se va a Darjeeling
con Alba y Elena) está enfermo y tiene que cancelar de momento su viaje.
Gonzalo también ha vuelto a caer. Además, hay como cuatro o cinco voluntarias
con diarrea. El negocio del siglo, vamos. Nos habíamos comprometido con el
Brother a organizar un partido de baloncesto entre voluntarios y los chavales
del equipo, pero entre la lluvia y nuestro estado parece que no va a poder ser.
A
los enfermos nos echan de la cocina. Nos tiramos en el comedor. Voy a comprar
agua, ayudo a preparar las bebidas y esas cosas. Me tomo otro ibuprofeno y le
digo al Brother que a lo mejor jugamos después de la merienda. De perdidos al
río.
Los
chicos se lo pasan pipa. Les hemos preparado sándwiches de nutella, patatas
fritas, galletas y refrescos. Toda una fiesta para ellos. Lo complicado es
organizarlo para que no sea un desmadre y más o menos lo conseguimos porque les
hacemos pasar al comedor en fila. A medida que van entrando les damos el
sándwich y la bebida y luego, por las mesas repartimos las galletas y las
patatas. Las niñas mayores no vienen, así que sale una expedición para
llevarles algo a su “casa”.
El
Brother pregunta una y otra vez si vamos a jugar. Me cambio de ropa, me calzo
las botas de baloncesto y me voy a la cancha. Al final solo estamos Natalia
–renqueante-, Silvia –como una moto- y yo –de lo mío-. Los demás, o no se
tienen en pie (porque se cagan encima más que nada) o están en casa de las
mayores. Proponemos hacer equipos mezclados y nos ponemos a jugar. Tiempo
tendré para descansar cuando me muera. Estoy agotado, el suelo está mojado como
una pista de patinaje y el balón resbala pero por un momento esto se parece
mucho a la felicidad. Corremos, saltamos, y disfrutamos como niños, los que lo
son y los que no lo somos. Afortunadamente, se pone de nuevo a diluviar y
dejamos de jugar antes de que me desmaye en mitad de la cancha, jajajaa, qué
suerte.
Llega
el momento de la despedida. Algunos lo llevan mal y otros fatal. Ay. Para mí es
distinto porque todavía me quedan unos días. Menos mal.
Ya
en Calcuta, quedamos en el Fairlaw, un lugar estúpido, o chic, que es algo
parecido, con una terraza en la que los guiris pueden beber cerveza –a precio
de champán- mientras fuman. También se puede ver algún grupo de indios ricos
que se quieren dar aires de supermodernos. Definitivamente, odio este lugar, no
tengo nada que ver con él.
Me
despido de la gente que se va y me voy al hotel. Lavo un poco, me ducho,
escribo hasta donde me llegan las energías y antes de las diez ya estoy
dormido.
ohhhhhh my darling
ResponderEliminarrecupera energía y dosifica, "that is the question".
Cuídate mucho ( ya sé que las niñasssssss te miman y te cuidan también) que la vitalidad y la energía son necesarias para seguir en la brecha.
besines