jueves, 11 de agosto de 2011

AGOTAMIENTOS Y (happy) BIRTHDAY

11 DE AGOSTO

Nos encontramos Malena, Marian y yo a las diez menos cuarto para ir a desayunar al Rajs. Me doy cuenta de que ayer no tomé el sintrom. Me cago en todo. Desayuno de trabajo porque hay que preparar el taller de piojos. Además de Cristina, también está en cama Carmen. David y Maite se lo están pensando. Alerta naranja.

Nos vamos al hogar a colorear carteles para los chicos. Esto es un piojo, esto es una cabeza, el piojo se viene a la cabeza… y tal. Nos hacemos una pequeña composición de lo que habrá que contar mañana por las clases. A todo esto, encontramos liendres en la cabeza de Olga (que lleva siempre cubierta). Contagio inminente. Antonio, el crack, anda pululando por allí. Nos ayuda a pintar un rato. Se comunica con todo el mundo: adultos y niños, indios y no indios.

Como es el cumple de Maite, también preparamos alguna pijadilla –un cartel, unos globos…-. Se lo merece, qué coño. Después de comer, le cantamos, con los niños, el cumpleaños feliz no sé cuántas veces. Todos hacemos como si fuera una sorpresa, aunque –evidentemente- ella ya lo sabía. A lo largo de la tarde, los niños le siguen cantando cumpleaños felices. Está más cansada que un perro apaleado, pero da el pego; son las cosas que tiene el liderazgo.

Nuestro taller vuelve a estar diezmado. Otra vez tres muchachos. Los otros cinco están en un torneo de baloncesto. Trabajar en la India es improvisar una y otra y otra vez. Olvídense de planificar, eso es para nenazas histéricas. Le dedicamos una parte del tiempo al Tangram y luego nos vamos a la cancha a jugar al baloncesto con algún muchacho más de los que andan por el patio. Es uno de esos días de calor húmedo. Antonio sigue por allí, está en todas partes y se lleva de maravilla con los niños. A las cinco de la tarde ya solo queda de mí un cacho de carne inerte y un charco de sudor. Me siento en el suelo porque soy incapaz de dar un paso más. Una massi viene a salvarme la vida con una pepsi fría en la mano. Parece que me he duchado vestido.

Un cuarto de hora después ya puedo empezar a moverme, me levanto, pues, del suelo. Hora de cantar. Comienza a llover, pero nos vamos a la casa de las niñas igualmente. El caos nos sigue allá por donde andamos. Estoy tan agotado que me siento en una silla y me tomo una de esas compotas de manzana con vitaminas que me he traído en el equipaje. La sesión no acaba de arrancar porque los niños/as son incapaces de estar quietos y escuchar. Las niñas pequeñas también nos invaden. El teclado empieza a sonar como el culo, no sé por qué. Vaya zoológico-manicomio tenemos montado. Hoy nos acompañan Maite y su agotamiento. Le volvemos a cantar el cumpleaños feliz, jaja, no sé cuántas veces van ya. El milagro vuelve a producirse un día más y conseguimos sacar la cosa adelante con bastante gracia. Los nenes ya cantan tres canciones y media. Lo de nadar contra corriente se está convirtiendo en un hábito. Hacemos un buen equipo.

Volvemos los tres metidos en nuestros caparazones, sin decir palabra. En los aparatos eléctricos es el programa de ahorro de energía. Yo me vuelvo al hotel y ellas a Sudder. Cuando llego a la habitación me ducho y lavo la ropa. Me doy cuenta de que he perdido mi pendrive. Porca putana.

Hora de reunión. En el Hilton nos informan de que han llevado a Carmen al hospital porque tenía fiebre y se ha quedado ingresada. Como es Jesús el que va –junto con David y Antonio-, seguro que se pega un mega deja vu. Por favor, que la diarrea no nos deje noqueada a Maite…
Mañana volvemos a trabajar juntos el mismo grupo que hoy, quedamos en el mismo sitio a la misma hora. Ya veremos cómo se nos da eso de ir por las clases hablando de piojos.

Como es el cumple de Maite, cenamos todos juntos en Sudder. Probamos el Jojo, para ir variando. Momos y berenjenas para Chus y yo. Llegan los chicos del hospital. Me entero de que Jesús ha encontrado mi pendrive en Raj’s, se lo ha llevado y se lo ha regalado a no sé quién. Cojonudo. La buena acción del día. O algo.

Antonio está eufórico porque el brother le ha contratado para atender a niños discapacitados. Gesticula y gesticula y gesticula. El rey de la comunicación. Se camela a todo el mundo.

En fin, volvemos los seis al sunflower, algunos duchados y otros sin duchar. Se nos ha hecho tarde, como todos los días. Echamos todos de menos tener algo de tiempo –bueno, y energía- para sentarnos, hablar y hacer risas, pero las cosas son así y no le damos vueltas. Sigue siendo fantástico estar aquí y sentirnos tan vivos.

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