lunes, 1 de agosto de 2011

ZAMBULLIDA


DÍA 30 DE JULIO

Chus y yo compartimos habitación. Una habitación doble que no está nada mal, medio limpia, con aire acondicionado, baño y tele. De lujo. Lo primero que hago es deshacerme de las medias que llevo para la circulación –ag- y pegarme una ducha india (o sea lavarme con los cubos). Qué maravilla. Chus dice las palabras mágicas –“no tengo nada de sueño”- y se queda dormida como el chinotronco. Hago un poco de zapping en la tele, me río con las cosas de los indios, que son de traca, me digo que debería ponerme a escribir un poco y me quedo dormido igualmente, un par de horas, supongo. Yo de mayor creo que quiero ser chinotronco. Bueno, lo de chino me da un poco igual, pero ser un tronco humano mola.

A las diez y pico espabilamos y empezamos a movernos. El encargado del hotel, Bharti, es amigo de Maite, así que nos manda a alguien para poder cambiar dinero (en rupias, claro). Pequeños privilegios. El cambio sigue rondando las 60 rupias por euro, como el año pasado, aunque a nosotros nos dan un poco más.

Salimos al calor húmedo de Delhi. La bofetada. No tardamos nada en arrancar a sudar. Caminamos y sudamos y lo miramos todo y seguimos caminando y sudando. No hace falta ni mear. Encontramos un lugar donde tomar un desayuno ortodoxo: un café con magdalenas. Se trata de un local, el Anjlika, que es pastelería, cafetería -sin sillas- y tiene un piso superior de restaurante. Tres en uno. Compramos agua y caminamos más. Visitamos la zona vieja. Nos perdemos una y otra vez. A ratos apesta y a ratos tenemos que lidiar con la miseria. La bofetada, de nuevo. No dejo de sudar, tengo empapados hasta los pantalones. Acabamos encontrando sin querer la estación de tren. Territorio conocido, bien. Paseamos por main bazaar y compramos gel de baño para compartir –en el equipaje están todas nuestras bolsas de aseo-. Comemos estupendamente: arroz con verdura –cómo no-, pan, momos de verdura y un plato vegetariano con queso y una especie de crema de espinacas. De postre, lo que va a ser la estrella durante este mes: lassi, una especie de batido con yogur. Natural, Fresa, Piña y Malena que encuentra la combinación ganadora, Piña con Naranja.

Hora de volver al hotel. Tengo el pantalón tan sudado que parece que me he meado encima. Bueno, en el fondo es lo mismo, en lugar de mear, me sudo encima. Eliminar es eliminar. La vuelta se hace dura, Pilar y Malena ponen a prueba sus límites, sin embargo Chus parece que lleva toda la vida viajando por aquí, ni se inmuta. Aparentemente.

Nos volvemos a perder. Cuando preguntas a un indio una dirección puedes acabar en cualquier sitio, creo que indican al pedo, sin tener ni idea; levantan una mano, como diciendo p’allá y eso es todo, arréglatelas. Tengo la impresión de que hemos hecho una búsqueda espiral hasta que hemos llegado al hotel. Pido mi tercera botella de agua. Supongo que estamos al borde del agotamiento, pero ni nos damos cuenta. En la India el cansancio es tan grande que cuando llegas a la habitación, te pegas un duchazo y te tumbas en la cama –sobre todo si tienes aire acondicionado- la sensación es indescriptiblemente maravillosa. Como volver a nacer o algo, jaja. Chus se vuelve a quedar dormida y yo me pongo a escribir. Vamos a un ciber que está al lado del hotel, cuelgo la primera entrada, echo un ojo al periódico y las muchachas llaman por teléfono a sus dulces hogares.

A eso de las ocho nos vamos a cenar. Nos recomiendan el “Spicy by nature” y nos toca esperar porque está hasta arriba. Alternamos un par de platos de tallarines con el maravilloso navratan korma –mi plato preferido, un guiso de verduras- acompañado de arroz. Rico, rico. El encargado nos vacila un poco con Rafa Nadal y los campeones de fútbol y todo eso. Es divertido. Hasta Pilar come bien, así que le damos buena nota.

Volvemos al hotel a esperar a Jesús y Olga, que estarán al caer. Subimos a la habitación, Chus, mi chinatronca preferida, vuelve a quedarse dormida nada más tocar la cama. Yo me pongo a escribir un rato, pero Chus me contagia y acabo frito. O sea, que entro en alfa, vamos.

Olga y Jesús llegan como a las once y media, así que nos espabilamos y nos tiramos en casa Pilar-Malena a charlar un rato. Nos hacemos unas buenas risas hasta las tantas de la noche y nos despedimos hasta el día siguiente.

Yo ya he perdido la noción del tiempo, no sé en qué día estoy, ni cuantas noches llevo aquí. Me he convertido en una especie de ente extraño flotando en líquido amniótico. Santo dios, qué agotamiento tan absoluto. Me pongo a leer un rato antes de dormir. Ni que decir tiene que Chus vuelve a tocar la cama y, chas, se queda tiesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario