viernes, 26 de agosto de 2011

SIKKIM


DÍA 24 DE AGOSTO

Duermo poco, pero duermo. Las noches en tren son un poco así. Una vez despierto, remoloneo bastante tiempo, se está a gusto. No me puedo creer la mierda que llevo encima de la camiseta y lo mal que huelo. Así es el camino. Esperamos, esperamos y esperamos. El tren solo llega tarde una hora y media o así. Lo damos por bueno.

En la estación, Malena conoce a un chavalito que es de Gangtok y vuelve a casa de vacaciones. Trabaja precisamente en Calcuta, en un hotel de lujo, como chef de comida japonesa. Hacemos con él el trayecto en todoterreno. Después de regatear, Malena, Chus y yo nos cogemos un asiento (normalmente es para cuatro) por 700 rupias. El viaje es largo y cansino. Cuatro horas y media. Me encanta el paisaje y me duele el culo, todo al mismo tiempo. La mano lleva más de 24 horas sin limpiar, con el vendaje lleno de mierda. Por debajo de las vendas empieza a gotear una sangre gelatinosa. Alerta roja –nunca mejor dicho-. Le pongo un trozo de pañuelo de papel como tapón. Hay que aguantar hasta el hotel para poder limpiar en condiciones. En la parada de descanso nos damos cuenta de que hay una rueda que no solo no tiene dibujo alguno sino que empieza a estar rajada. No problemo. Jaja.

Llegamos a Gangtok. Compartimos taxi con nuestro amiguete, nos despedimos de él y nos tomamos algo en el Arthur’s –momos y pakoras-. Dejo a las niñas allí y me voy a buscar hotel. En el hotel en el que estuve el año pasado con las barbies hay un grupo de críos que me dicen que no quedan habitaciones (¿?). A lo mejor es porque se acuerdan de que no les dejamos propina y les robamos el abrebotellas, no sé. Me encuentro por los alrededores a un muchacho que es taxista y me propone la excursión de los no sé cuántos puntos por 1.050 rupias. El año pasado, después de mucho pelear, nos costó 1.200, así que hay trato. La idea es salir a las ocho de la mañana. Ok, nos vemos más tarde por aquí porque aún no tenemos hotel y no podemos quedar.

Me paso un buen rato visita va y visita viene, subiendo y bajando escaleras, viendo cuartuchos húmedos, viejos y cutres. Al final, hablo con las muchachas y nos decidimos por el Kanchen. El año pasado encontré una habitación con vistas que me gustó mucho y me ha quedado rondando por el subconsciente. Pillamos dos por el precio de una (mil rupias). Ok.

Bajo a buscar al muchacho taxista y no lo encuentro. Gr. Subo al baño a quitar la venda. Orgía gore de sangre seca, sangre fresca y pus. Ole. Lavo y lavo y la herida expulsa todo el pus como si fuera un tapón. Queda un hueco vacío lleno de sangre limpia. Mola. Le echo los polvos mágicos y tapo con gasa otro poco.


Afuera llueve. De repente, se va la luz. Paf. Se va en serio, todo Gangtok se queda a oscuras. Vaya sensación. Chus se empeña en que hay que bajar a la calle, así que cogemos el paraguas y la linterna y nos vamos a pasear. O a paseo. Recorremos a oscuras unas cuantas calles y la zona peatonal. Una extraña experiencia más. Sigo sin encontrar al taxista. En pleno apagón, mucho menos. Entramos en una cafetería –Live and Loud-, pero lógicamente la cocina está cerrada y no casi nada que nos puedan ofrecer. Nos tomamos un par de tés y un batido de fresa (para Chus) que es casi todo espuma. Ella no acaba de entender el “conceto”, que es muy como de “nouvelle cuisine”. Batido a la esencia de fresa, está claro.

Bueno, ya cuando nos vamos del bar, vuelve la luz. Ni rastro del taxista. Decidimos que mañana lo encontraremos por la calle (¿?) y haremos la excursión a la hora prevista. Estamos rotos de cansancio. Escribo un poco, pero poco. Hora de dormir.

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