martes, 30 de agosto de 2011

THE END

DÍA 28 DE AGOSTO

Último día en la India. Todo lo que empieza, acaba. Despierto a eso de las seis en una litera de tren barato. Traqueteo. Amaneció hace tiempo. Me siento descansado. Entra una luz bonita por la ventana. Escucho otro poco de música sin prisa. Cada vez que un tren indio llega puntual me llevo una sorpresa. Hoy es el caso. Nos vamos sumergiendo en Kolkata más o menos a la hora prevista. Se nota el calor, se percibe la suciedad y la miseria. Qué lejos parece ya el Himalaya. A la salida hay que pelear con un batallón de taxistas cabrones que nos quieren cobrar lo que les da la gana, 150 rupias, la mayoría. Al final, tras un buen rato de gresca, me salgo con la mía: 60 rupias para ir a Sudder Street.
 
Último desayuno en el Blue. Los zumos de lima recién hechos son bienvenidos en nuestros paladares. Hmm. Tengo que reconocer que, aunque no soy partidario de comer o cenar en Sudder Street, los desayunos aquí son geniales: café, zumos y lassis hechos en el momento con fruta fresca, tostadas, sándwiches, tortillas… Los echaremos de menos.
 
Nos vamos al hotel. Firmamos papeles, dejamos las mochilas y nos largamos sin ducharnos. Segunda salida. Las calles están vacías y medio limpias, hay que aprovechar. Hace calor. Entramos un rato a Internet, cuelgo algunas entradas pendientes y nos vamos al New Market. Casi todos los chiringuitos están cerrados, por ser el día del señor, supongo. Compramos té y especias en un puesto, Malena y Chus compran algo de ropa en otro y en un tercero compramos pasminas y pijadas variadas.
 
Tenemos que pasar por el hotel porque he olvidado la tarjeta para pagar las compras y apenas me quedan rupias. De camino hacemos un alto en la librería Oxford. Aprovechamos para descansar un poco y darnos unos cuboduchas. Comenzamos a organizar el equipaje. Apartamos la ropa que vamos a mandar a Kobardanga: la limpia en un montón y la sucia en otro montón para dejar en la lavandería (ya lo recogerá Maite). Apartamos también una bolsa con zapatillas y una bolsa con medicamentos. La camiseta del día de las sanguijuelas está tan increíblemente sucia que la tiro a la basura.
 
Tercera salida. Nos vamos a las tiendas de Adidas y Nike. Me compro zapas, un pantalón y camisetas. Antes de salir de la tienda de Nike, Chus me dice que compruebe las zapas. Era una de cada número. Uf. Salvado por la campana. Todas estas compras suponen una especie de desconexión y de catarsis, pero sobre todo un brutal ejercicio de cinismo. Pasen y vean. De vuelta a la habitación, pasamos por varios puestos de comida del barrio musulmán y compramos de todo: croquetas, pakoras, empanaditas y frituras de todos los colores. También piña y un par de dulces grasientos. Toda la comida nos cuesta como dos euros. Compramos bebidas frescas. Antes de llegar, atravieso un tablón que cruza una zanja y compro un cucurucho para picotear: una mezcla de arroz inflado, frutos secos, cebolla, especias y un chorro de aceite, todo ello bien agitado en un bote de metal y servido en papel de periódico. Diez rupias. Mola.
 
Ponemos la mesa: utilizamos una bolsa de basura desplegada como mantel y extendemos todas nuestras compras. Disfrutamos de la comida y nos pegamos una siesta. Chus se despierta con una iluminación: hay que volver a New Market a comprar elefantitos. Ole. Cuarta salida. Pasamos por la lavandería, dejamos la ropa sucia y vamos a New Market, a la misma tienda de las pasminas. Mucho regateo y mucho cachondeo. Una vez más, yo no tengo intención de comprar nada y me salgo con una bicha, una diosecita de adorno de esas que tienen no sé cuántos brazos. Chus compra sus veinte elefantes (¿?) y Malena un tapiz. Al salir, nos pegamos el último homenaje: compras en la tienda Levi’s. Me he gastado en las compras de un día, más o menos lo mismo que en las casi tres semanas en Calcuta. Sigo buceando en el océano de mis contradicciones.
 
Ya son como las ocho, el grupo que ha viajado a Puri está al llegar. Compramos unos zumos y unas galletas para el desayuno de mañana. Llevo todo el día buscando al taxista con el que quedé antes de irnos a Sikkim, pero no lo encuentro. Mierda. Me voy al hotel con todas las compras mientras Chus y Malena esperan a la comitiva. Llegan sanos y salvos. Pilar deja el equipaje en la habitación. Hora de cenar: Quinta salida. Le dejamos a Maite las bolsas con medicamentos, ropa limpia y zapatillas, nos despedimos del grupo y nos vamos al barrio a comer unos ricos egg rolls vegetarianos. Ahora sí que ha llegado el momento de recoger. Me doy una última vuelta por Sudder por si encuentro al taxista. Como en este intento tampoco tengo éxito, reservo un taxi desde el hotel: seis de la mañana, 320 rupias.
 
La verdad es que aunque es día de despedidas, las caras largas de hoy no son tan largas como las caras largas del día que nos despedimos de los niños. Es como si estuviera más asumido. Así es la vida.

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