sábado, 13 de agosto de 2011

EPIDEMIA


DÍA 12 DE AGOSTO

Un día más. Si pienso que es un día menos, me deprimo. Arrancamos igual que ayer. El desayuno sabe más rico a las diez que a las siete. Aprovecho para escaparme un rato a colgar las dos entradas pendientes.

Cuando nos paramos en la puerta del Hilson a esperar, siempre aparecen las mendigas de Sudder y nos rodean. Mi amiga Asina y compañía. Te agarran la mano y te hablan no sé de qué. Forma parte de esto (que hemos creado).

Llueve. Otro día más. Me cago en la lluvia, me cago en los indios y me cago en las cornudas de las vacas sagradas… jajaja (un español en Calcuta como el argentino en Toronto). Bueno, llegamos a Kobardanga. Hablamos con el jefe de estudios y comenzamos a presentar el plan antipiojos. A Malena y a mí nos endosan un grupo de niñas mayores que se pasan más tiempo distraídas que en la pomada, pero la cosa funciona. Un poco a la manera india, vamos. Actividad en medio del caos. Paso primero: aplicamos el producto; paso segundo: cubrimos la cabeza y esperamos una hora y media; paso tercero: limpiamos con la liendrera… etc. La teoría ya está explicada, veremos cómo se nos da la práctica, allá para dentro de diez días o así.

Durante la comida, Moni me explica su aventura matinal: Chus, Silvia y ella se llevaron a diez chiquininos (ocho niñas y dos niños) al oculista. Una verdadera ricura. Incluso han grabado algún video de las niñinas cantando dentro del taxi. Jaja. Se llevaron las pobrecitas un verdadero shock al ver a una niña que se acercó por la ventanilla a pedir. Se debieron quedar petrificadas las pobres, se separaban de la ventana, como si les diera miedo. 


También me contó que no sabían cómo se hacía pis en un retrete porque están acostumbradas a agacharse sobre un agujero. Alguna intentaba subirse de pies a la taza para ver si acertaba a mear dentro. Son esas pequeñas pijadas (aquellas pequeñas cosas) de las que luego te acuerdas cuando menos te lo esperas y te dejan la garganta seca.



Antonio come con nosotros. Nos encanta. Después, a las tres, vamos al taller y tenemos una sorpresa: han venido diez niñas mayores. Toma ya, va a haber sobredosis de testosterona. Chus ha estado convenciéndolas en el taller de pulseras que da de cinco a seis. Ok, subimos a clase y comienzo a explicar lo que vamos a hacer. Al momento, aparece una massi toda sofocada preguntando por las niñas. Resulta que tenían que estar en clase y las tías se han largado por el morro. Chus y yo nos quedamos a cuadros. 



Hoy dedicamos un rato a pintar palos chinos para jugar al Mikado y luego repasamos una de esas danzas que a mis chicos no les hace ninguna gracia. Los últimos 20 minutos se los pasan jugando al fútbol en el patio para desfogarse un poquito.

Muy bien, vamos a cantar con Moni Lynn. Hoy el ensayo ha sido realmente bueno, teníamos a doce chicos y cinco chicas. Hemos conseguido silencio en la sala –que el burro va a hablar- y han estado medio concentrados, además hoy yo no estaba desfallecido. Viento en popa. Bien, lo que se dice bien, no es que canten, pero tienen esa energía tan especial que acaba contagiándolo todo de alegría.

Moni y yo nos pegamos nuestro paseo habitual de vuelta a casa. Ese paseo que muchos días futuros echaremos tanto de menos.

Bueno, a todo esto, el informe de deposiciones empieza a tomar tintes de epidemia: aparte de Carmen, que sigue en el hospital, hay alrededor de ocho personas más con diarreas en distintos grados y fases. Espero que el fin de semana (y el lunes, que es fiesta) nos sirva para recuperarnos. Por cierto, el fin de semana es una enorme incógnita, el plan para mañana es montar en el centro un torneo al aire libre y llevar a un grupo como de veinte niños al zoo.  Eso en pleno monzón. Vamos, que más nos vale llevar cuatro o cinco planes de repuesto. Chus y yo nos apuntamos, además, a llevar al oculista a un par de niños pendientes a primera hora de la mañana.

Moni y yo nos vamos en plan aventura a callejear en busca de un lugar donde cenar. Elegimos a boleo y nos comemos las Pakoras más ricas que hemos probado hasta ahora. Deliciosas. Me encanta estar aquí.

Hay días –como hoy- en que nos miramos y no podemos creernos que llevemos tanta mierda encima. Los pies de Malena tienen tanta porquería que las ratas salen corriendo por la calle cuando ella se acerca. Nos miramos y nos partimos de la risa.

Ya la una de la madrugada. Mañana hay que levantarse a las siete menos cuarto. Ay. (Me quedo dormido un rato con el dedo encima de la letra K).

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